
Probablemente nadie esté preocupado por los músicos argentinos que triunfan en Latinoamérica y que son casi proscriptos en nuestro país. Hacen bien. Hay imágenes de un joven militar colombiano que se sabe de memoria un tema de Vilma Palma entero, como ejemplo más complejo de este fenómeno. También tenemos a unos nóveles Café Tacuba versionando a Leo Dan con su “Cómo te extraño…”, ese mismo Leo que vive bien desde su Santiago añorado haciendo el circuito latino de los Estados Unidos, según cuenta él, a quien le creo porque me resulta más sencillo que mandar un tipo para que chequee si toca en San Diego o no. A lo mejor otro ejemplo sea Miguel Mateos, Zas, ese frontman que representa a una generación, a una clase, a un grupo de cuarentones extraños, que te pueden enumerar los nombres de las canciones de Rockas Vivas como un hincha de Ferro que te tira de memoria la formación de 1980. Hace poco pasaron en La Viola momentos de un show de Mateos cantando Obsesión o En la cocina hacen falta huevos. Debajo del escenario participaban de la fiesta miles de personas corridas de su eje, celebrando vaya uno a saber qué recuerdos de una época seguramente mejor, bíblica; cómo pocas veces en la historia una parte de la clase media encontró en Miguel Mateos un ícono de algo que se nos escapa. Miguel Mateos vivió, como otros, la proscripción en democracia, teniendo que buscar rumbos latinoamericanos que le permitan subsistir al ninguneo nacional. Podría arriesgar otros artistas, se me ocurre que Los Rancheros pueden tocar con éxito en un recital en Perú, por ejemplo. Los Pericos en Venezuela deben ser semidioses. Y así.
Todo esto me lleva a una reflexión, que las bandas apolíticas que desarrollan melodías rockeras tienen su éxito temporal en nuestro país a caballo de algún hit para luego ser olvidadas pero acogidas en países donde jamás podría tocar La Renga, Carca, Almafuerte, Palo Pandolfo o Francisco Bochatón.
Aún me trasmitite un profundo desconcierto este descubrimiento, que sería bueno desentrañar, lo que me ocupa esta tardecita de Domingo: Los Enanitos Verdes.
El otro día Marciano Cantero estuvo con Matías Martin en Basta y habló de algunas cosas, como por ejemplo que el guitarrista de la banda Felipe Staiti le enseñó a tocar La Cumparsita a Joe Satriani y que al tiempo Joe Satrini hizo una canción muy parecida a una de Los Enanitos Verdes, Francés Limón, y que esa canción de Satriani a su vez es muy parecida a una de Coldplay, Viva La Vida!, lo que generó que la gente diga que Coldplay plagió a Sastriani, pero en realidad Chris Martin estaba saltando un plagio de tercera generación copiando sin querer a Marciano Cantero, un riff, una línea melódica. Acá pueden chequearlo ustedes mismos.
Por su puesto todo esto me conmocionó aún más, casi al borde del estado de shock estaba: ¡cómo una canción se puede llamar Francés Limón!, primero, y después me imaginé a Gwyneth Paltrow escuchando a Los Enanitos Verdes en algún lugar de Londres o Los Ángeles y como era de esperar terminé bajándome un grandes éxitos de la banda de un tipo que le dicen Marciano Cantero, quien, desde hace más de 10 años vive lejos de su patria, en Hermosillo, México, disfrutando del éxito que la Argentina le negó, a pesar de haber escrito al menos 4 canciones monumentalmente populares, de cancha, como son Yo te vi en un tren, La Muralla Verde, Por el resto (de tus días) y Lamento Boliviano, que justicia obliga es unas de las mejores canciones que escuché en mi vida.
La situación cambia ahora porque cambia la geografía, ya no estoy escuchando un tipo hablando por radio en un spanglish exótico sino oyendo un disco, La Historia, de 2007, en un colectivo, mirando por la ventana.
Decir del disco que muchos temas son en vivo, que es muy agradable, que la mayoría de las canciones son amables y pegadizas y que suenan ajustados, con oficio, pero por sobre que tienen un guitarrista, el tal Felipe, virtuosísimo, despreciado por revistas del género rock que parecieran encontrar más talento en la quinta banda que emula a Callejeros en vez de subrayar a este tipo que le enseñó La Cumparsita a Satriani.
Yo qué sé.
Quisiera antes de despedirme decir que pasando el disco redescubrí un tema que era de mis preferidos cuando adolescente (lo tenía grabado en un cassette desde FM Hit) y que mi mente había borrado de una manera absurda.
Mi primer día sin ti, canción que conserva algo del pulso britpop que explotaría por esos años.
Ahora sí, y un abrazo para todos (?).