Uno da vueltas
buscando el momento de dar el paso
No hay nada que no daría
por estar dentro de tu abrazo
Amar es eso
dos corazones bebiendo de un mismo vaso
Uno, Jorge Drexler
Algún tiempo atrás investigue con éxito dispar las desavenencias de Cab Titarelli & su Sacacorchos Peronista. La experiencia historiográfica pereció antes de tomar forma definitiva –y aún perdura en algún cache de google, el inconciente de internet-. Lo que intentaba ser un homenaje al vino peronista por excelencia escondía un sentido orgullo, la empresa vitivinícola que mejor supo congeniar precio con calidad en las mesas de los asalariados y los descamisados.
Hasta la prensa internacional se hacía eco de tamaño milagro de la industria del vino, con estas palabras:
El orgullo nativo encumbró a la saga de varietales Tittarelli a marca argentina como lo son Aerolíneas Argentinas, YPF o Vauquita. Ya ninguno de todos estos emblemas son nuestros. Así como en el axioma yupanquiano -las penas son de nosotros; los viñedos, son ajenjos- ahora descubrimos que el capital apátrida no sólo se quedó con esta empresa henchida de patria sino que malaconsejado por un dudoso equipo de marketing de jóvenes imberbes renombran a Tittarelli con total impunidad, como quiso hacer Repsol con nuestros Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Veamos:
Qué impunidad. Qué desazón. Qué tristeza infinita, porque no tiene fin.
Mientras se me ocurre alguna especie de presión viral para intentar evitar que nos roben quizás la última marca que orgullosamente nos representa como argentinos y peronistas, los dejo con una imagen que trasunta melancolía y arbitrio.
Oh, Suave, Oh, Tittarelli,
No te olvidaremos.