A Javier no lo convence del todo el cine argentino que se le atreve a la marginalidad. Pizza, birra y faso le pareció valiosa, Mundo grúa innovadora. Pero no terminaron de convencerlo. Por otro lado el cine comercial hace agua desde la hiperpromocionada La Furia, o se queda a mitad de camino con la buena promesa de El mismo amor, la misma lluvia. “Suerte que está Martín Rejtman”, piensa Javier.
Rapado y Silvia Prieto fueron una miscelánea perfecta para la generación que creció con Menem, películas que hablaban de todo, hablando de nada. Una buena captura de lo que era la adolescencia por aquellos tempranos noventas: algo superficial, en la búsqueda de mil cosas y de nada, absurda, casi siempre trágica, muchas veces atolondrada, sin finales felices, sin finales tristes, sin futuro.
Javier tiene 17 años. Le llama la atención lo que está pasando dentro del rock, algunos le dicen alternativo a eso. Hay bandas que le gustan: Juana La Loca, Babasonicos, Los Brujos, pero les falta algo de sustancia dicha, de crítica manifiesta, de inconformismo subrayado. Del otro lado, hay bandas que lo hacen, sí, pero sin todo lo que rescata la movida sónica. Les falta glamour, no se cree –nunca se creyó- eso de que el que está arriba es igual a mí, les falta arte que sustente tanta rabia. “Suerte que –piensa Javier- está Suárez.”
No eran del todo estetas, no eran casi nada protestones; Suárez tenía la famosa actitud. Adalides del low-fi –esa corriente que decía menos tecnología es más-, tapas horrendas, casi sin videoclips, con canciones lindas detrás de cortinas de sonidos, con una voz aniñada tras un enjambre de ecos.
Siempre hizo cosas atípicas en las dos expresiones artísticas más populares: el cine y la música. Rosario Bléfari estuvo parada en ambos atolones del mar de las artes. Siempre muy querida y admirada por pocos e intrascendente para el resto. La actriz esdrújula; la indiscreción peor guardada del rock.
JAVIERES
La mezcla perfecta de lo musical y lo fílmico se dio en aquella primera película de Rejtman, Rapado -filmada en 1992 y estrenada en 1996-, en la que Suárez hacía de Estrella Roja, una banda ficcional que interpretaba la canción emblema de la película que cambió el panorama del cine argentino. “Para nosotros siempre fue el tema en el que actuábamos de Estrella Roja –cuenta Rosario-, no éramos Suárez. Hicimos de músicos sesionistas que trabajaron para hacer de Estrella Roja. Ese tema lo hice con Gonzalo (Córdoba) y Fabio (Suárez) especialmente para la película. Jamás lo tocamos en vivo. Actuábamos en ese tema. Porque Martín (Rejtman) nos decía: ‘Así, asá…’ ¡Re obsesivo! Es más, hicimos una versión, la grabamos, y vino y nos dijo que quería que modificáramos unas cosas. ‘En el estribillo, no sé qué, no sé cuánto.’ Pero eran cosas que se las toleramos por la amistad. Entonces salió y nos dijo: ‘Ahora sí valió la pena’. La verdad, nosotros nunca nos dimos mucho cuenta qué era esa cosa… ¿una variación?”
El Javier anterior es seguramente muchos chicos de aquella época, es acaso un Javier colectivo. Pero podría ser también Javier Marta, el flamante guitarrista de la ahora solista Rosario Bléfari, quien, en uno de los últimos ensayos le propuso a ella: “‘El tema ese, el de Estrella Roja, ¿por qué no lo tocamos?, ¿lo tocaste alguna vez?’ –cuenta Rosario y responde lo que respondió- ¡No!”. Ese no es en realidad dos veces no; es el no de no, no lo toqué nunca, y el no de no, no te lo puedo creer, según cuenta Rosario, que sigue contando la influencia del nuevo guitarrista en su periplo revisionista: “Volver a tocar temas de Suárez en vivo empezó con Javier también, antes no me hacía mucha gracia. Decía: ‘¿Para qué?’, me parecía muy reciente, como si fuera un pulóver que lo usaste mucho, mucho, mucho. Pero hasta ayer. Tenés que esperar a que pase toda la vuelta extraña y ahí decís: ‘Mirá este pulóver, ¿te acordás?’. Él, discretamente, me decía: ‘¿Y este tema?, alguna vez me gustaría que lo toquemos’; y yo pensaba ‘mmm’”.
REJTMAN
Rosario Bléfari es, antes que nada, de profesión, música. Sin embargo su facilidad para manifestarse le permitió destacarse en disciplinas variopintas. En el cine no sólo sumó la canción a Rapado, también tuvo una fugaz participación en esa película. Y, como si fuera poco, protagonizó Silvia Prieto, es decir, fue Silvia Prieto, en el segundo opus del director. Además escribió y dirigió junto a Susana Pampín la obra de teatro ¿Somos nuestros genes? Ensayo de divulgación científica; es periodista (participa asiduamente en el suplemento Las/12 de Página 12); artista plástica; profesora del Centro Cultural Rojas; y poeta -con un libro editado y agotado (Poemas en prosa) y otro terminado pero que aún no publicó-. “Hay que saber hacer muchas cosas en la vida para poder sobrevivir. Uno no dice, ‘voy a hacer una obra de teatro, con esto daré un golpe’. Porque ni ahí, no sólo porque no soy ingenua sino porque ni se me ocurre”, cuenta Rosario sobre su habilidad camaleónica y puntualiza sobre su parte escritora: “Empecé a escribir para sentirme acompañada, desde chica escribo una especie de diario constante: reflexiones del día, crónicas de la vida cotidiana”.
SUÁREZ
“Dicen que era importante, dicen eso. No me doy cuenta de lo que fue Suárez, no lo puedo ver, no me da el tiro de la mirada. Es como tener algo acá –se señala la nuca-. Y no, por más que me lo digan, no lo puedo ver. No sé, lo puedo ver sólo si uso dos espejos. Pero ya no es real. Es fácil inventar, es fácil decir: ‘Sí, yo creo que Suárez se creó en base a la libertad del dadadá, pero la verdad… uno no puede darse cuenta de lo que fue parte.”
Rosario Bléfari acaba de lanzar en estos días su tercer disco solista, Misterio relámpago, que recrudece al pop almibarado de su disco anterior Estaciones, pero sin llegar al EP experimental Cara, editado apenas separada de la banda. Antes de ello, Suárez se había tomado todo el trabajo de revolucionar la escena de aquellos noventas con guitarras distorsionadas y capas y capas y capas de sonido, desde donde germinaban bellas melodías escondidas. En su primer disco, Hora de no ver, por ejemplo, estaba Morirían. “Es un temazo. Lo pasás por la radio, lo pasás todos los días y con la cuestión de la repetición… ahí tenés un hit. Sí, había ruidos, pero eran momentos, pasajes, había muchas canciones también, que te las pasan y las cantás: que te queda una melodía.” Más adelante llegarían los más experimentales y recomendables Horrible y Galope para desencadenar en el pop más amigable de Excursiones y su exquisita despedida, el EP tributo a los ibéricos Le Mans 29:09:00, que incluye Un rayo se sol, una canción que recuerda la obsesión de la Silvia Prieto personaje que encarnaba Rosario, que contaba cuántas lágrimas y cortados servía durante cada jornada como camarera. Rosario canturrea: Otra vez en el bar todo el día sirviendo vasos y café. El tema cierra el disco, es el último registro de la banda (y le pone un moño a esa etapa). Ella canta como una nena que siempre está por desafinar, a veces parece, incluso, desafinar.
ESPIANDO, BAJO EL PARAGUAS
La entrevista se da en el lugar menos esperado, de acuerdo a lo que se espera de una artista femenina ligada al pop. Rosario cita en un bar notable de la Ciudad de Buenos Aires, en pleno Almagro –Guardia Vieja y Billinghurst-, a metros del Abasto. El lugar se llama El banderín, en sus paredes se lucen insignias de clubes futboleros -desde Deportivo Táchira hasta el Bayer Leverkusen-. De fondo, Deco le da el primer gol a Portugal frente a su ex colonia y actual víctima deportiva: Angola. El comentario del periodista deportivo de turno se tropieza con Tal vez será su voz en la voz de Alberto Marino, que suena de fondo. Rosario explica en ese marco que para ella siempre es empezar en todo y que todos tenemos idea acerca de casi todas las cosas. Se pone medio metafísica. Lo baja, pone como ejemplo dibujar viñetas. “La idea de la historieta, de los cuadraditos, de qué pasa en una historia, de que se termina con un remate. Lo sabemos todos, eso está en cada uno, por más que no las hayas dibujado nunca antes. Después, es cuestión de darle al tema, de fallar, de hacer otra, hacer varias, equivocarte, esta no me gusta, esta sí… De lo que sale espontáneamente, después tenés que trabajar con conciencia, observando qué propone esa primera tirada de dados… qué pasó con ese material orgánico. Es ridículo pero es como si fuera hacer un árbol, te da ramas. ¿Qué salió? ¿Una conífera? ¡Una conífera! Bueno, entonces, la puntita la podría resaltar un poco más.”
Hace frío, está por llover, llovió toda la noche. Rosario se pone el piloto, abre el paraguas, se abrocha bajo el mentón un sombrerito a là Chavo del 8. Como una espía en la tormenta mezcla sus dos pasiones, esas que le enseñaron al Javier global que había otro camino: “El que escribe canciones es un poco un cineasta, es un poco un actor. Cuando usás imágenes, todo es un poco cinematográfico”.
Link: Mujeres cantoras
Rapado y Silvia Prieto fueron una miscelánea perfecta para la generación que creció con Menem, películas que hablaban de todo, hablando de nada. Una buena captura de lo que era la adolescencia por aquellos tempranos noventas: algo superficial, en la búsqueda de mil cosas y de nada, absurda, casi siempre trágica, muchas veces atolondrada, sin finales felices, sin finales tristes, sin futuro.
Javier tiene 17 años. Le llama la atención lo que está pasando dentro del rock, algunos le dicen alternativo a eso. Hay bandas que le gustan: Juana La Loca, Babasonicos, Los Brujos, pero les falta algo de sustancia dicha, de crítica manifiesta, de inconformismo subrayado. Del otro lado, hay bandas que lo hacen, sí, pero sin todo lo que rescata la movida sónica. Les falta glamour, no se cree –nunca se creyó- eso de que el que está arriba es igual a mí, les falta arte que sustente tanta rabia. “Suerte que –piensa Javier- está Suárez.”
No eran del todo estetas, no eran casi nada protestones; Suárez tenía la famosa actitud. Adalides del low-fi –esa corriente que decía menos tecnología es más-, tapas horrendas, casi sin videoclips, con canciones lindas detrás de cortinas de sonidos, con una voz aniñada tras un enjambre de ecos.
Siempre hizo cosas atípicas en las dos expresiones artísticas más populares: el cine y la música. Rosario Bléfari estuvo parada en ambos atolones del mar de las artes. Siempre muy querida y admirada por pocos e intrascendente para el resto. La actriz esdrújula; la indiscreción peor guardada del rock.
JAVIERES
La mezcla perfecta de lo musical y lo fílmico se dio en aquella primera película de Rejtman, Rapado -filmada en 1992 y estrenada en 1996-, en la que Suárez hacía de Estrella Roja, una banda ficcional que interpretaba la canción emblema de la película que cambió el panorama del cine argentino. “Para nosotros siempre fue el tema en el que actuábamos de Estrella Roja –cuenta Rosario-, no éramos Suárez. Hicimos de músicos sesionistas que trabajaron para hacer de Estrella Roja. Ese tema lo hice con Gonzalo (Córdoba) y Fabio (Suárez) especialmente para la película. Jamás lo tocamos en vivo. Actuábamos en ese tema. Porque Martín (Rejtman) nos decía: ‘Así, asá…’ ¡Re obsesivo! Es más, hicimos una versión, la grabamos, y vino y nos dijo que quería que modificáramos unas cosas. ‘En el estribillo, no sé qué, no sé cuánto.’ Pero eran cosas que se las toleramos por la amistad. Entonces salió y nos dijo: ‘Ahora sí valió la pena’. La verdad, nosotros nunca nos dimos mucho cuenta qué era esa cosa… ¿una variación?”
El Javier anterior es seguramente muchos chicos de aquella época, es acaso un Javier colectivo. Pero podría ser también Javier Marta, el flamante guitarrista de la ahora solista Rosario Bléfari, quien, en uno de los últimos ensayos le propuso a ella: “‘El tema ese, el de Estrella Roja, ¿por qué no lo tocamos?, ¿lo tocaste alguna vez?’ –cuenta Rosario y responde lo que respondió- ¡No!”. Ese no es en realidad dos veces no; es el no de no, no lo toqué nunca, y el no de no, no te lo puedo creer, según cuenta Rosario, que sigue contando la influencia del nuevo guitarrista en su periplo revisionista: “Volver a tocar temas de Suárez en vivo empezó con Javier también, antes no me hacía mucha gracia. Decía: ‘¿Para qué?’, me parecía muy reciente, como si fuera un pulóver que lo usaste mucho, mucho, mucho. Pero hasta ayer. Tenés que esperar a que pase toda la vuelta extraña y ahí decís: ‘Mirá este pulóver, ¿te acordás?’. Él, discretamente, me decía: ‘¿Y este tema?, alguna vez me gustaría que lo toquemos’; y yo pensaba ‘mmm’”.
REJTMAN
Rosario Bléfari es, antes que nada, de profesión, música. Sin embargo su facilidad para manifestarse le permitió destacarse en disciplinas variopintas. En el cine no sólo sumó la canción a Rapado, también tuvo una fugaz participación en esa película. Y, como si fuera poco, protagonizó Silvia Prieto, es decir, fue Silvia Prieto, en el segundo opus del director. Además escribió y dirigió junto a Susana Pampín la obra de teatro ¿Somos nuestros genes? Ensayo de divulgación científica; es periodista (participa asiduamente en el suplemento Las/12 de Página 12); artista plástica; profesora del Centro Cultural Rojas; y poeta -con un libro editado y agotado (Poemas en prosa) y otro terminado pero que aún no publicó-. “Hay que saber hacer muchas cosas en la vida para poder sobrevivir. Uno no dice, ‘voy a hacer una obra de teatro, con esto daré un golpe’. Porque ni ahí, no sólo porque no soy ingenua sino porque ni se me ocurre”, cuenta Rosario sobre su habilidad camaleónica y puntualiza sobre su parte escritora: “Empecé a escribir para sentirme acompañada, desde chica escribo una especie de diario constante: reflexiones del día, crónicas de la vida cotidiana”.
SUÁREZ
“Dicen que era importante, dicen eso. No me doy cuenta de lo que fue Suárez, no lo puedo ver, no me da el tiro de la mirada. Es como tener algo acá –se señala la nuca-. Y no, por más que me lo digan, no lo puedo ver. No sé, lo puedo ver sólo si uso dos espejos. Pero ya no es real. Es fácil inventar, es fácil decir: ‘Sí, yo creo que Suárez se creó en base a la libertad del dadadá, pero la verdad… uno no puede darse cuenta de lo que fue parte.”
Rosario Bléfari acaba de lanzar en estos días su tercer disco solista, Misterio relámpago, que recrudece al pop almibarado de su disco anterior Estaciones, pero sin llegar al EP experimental Cara, editado apenas separada de la banda. Antes de ello, Suárez se había tomado todo el trabajo de revolucionar la escena de aquellos noventas con guitarras distorsionadas y capas y capas y capas de sonido, desde donde germinaban bellas melodías escondidas. En su primer disco, Hora de no ver, por ejemplo, estaba Morirían. “Es un temazo. Lo pasás por la radio, lo pasás todos los días y con la cuestión de la repetición… ahí tenés un hit. Sí, había ruidos, pero eran momentos, pasajes, había muchas canciones también, que te las pasan y las cantás: que te queda una melodía.” Más adelante llegarían los más experimentales y recomendables Horrible y Galope para desencadenar en el pop más amigable de Excursiones y su exquisita despedida, el EP tributo a los ibéricos Le Mans 29:09:00, que incluye Un rayo se sol, una canción que recuerda la obsesión de la Silvia Prieto personaje que encarnaba Rosario, que contaba cuántas lágrimas y cortados servía durante cada jornada como camarera. Rosario canturrea: Otra vez en el bar todo el día sirviendo vasos y café. El tema cierra el disco, es el último registro de la banda (y le pone un moño a esa etapa). Ella canta como una nena que siempre está por desafinar, a veces parece, incluso, desafinar.
ESPIANDO, BAJO EL PARAGUAS
La entrevista se da en el lugar menos esperado, de acuerdo a lo que se espera de una artista femenina ligada al pop. Rosario cita en un bar notable de la Ciudad de Buenos Aires, en pleno Almagro –Guardia Vieja y Billinghurst-, a metros del Abasto. El lugar se llama El banderín, en sus paredes se lucen insignias de clubes futboleros -desde Deportivo Táchira hasta el Bayer Leverkusen-. De fondo, Deco le da el primer gol a Portugal frente a su ex colonia y actual víctima deportiva: Angola. El comentario del periodista deportivo de turno se tropieza con Tal vez será su voz en la voz de Alberto Marino, que suena de fondo. Rosario explica en ese marco que para ella siempre es empezar en todo y que todos tenemos idea acerca de casi todas las cosas. Se pone medio metafísica. Lo baja, pone como ejemplo dibujar viñetas. “La idea de la historieta, de los cuadraditos, de qué pasa en una historia, de que se termina con un remate. Lo sabemos todos, eso está en cada uno, por más que no las hayas dibujado nunca antes. Después, es cuestión de darle al tema, de fallar, de hacer otra, hacer varias, equivocarte, esta no me gusta, esta sí… De lo que sale espontáneamente, después tenés que trabajar con conciencia, observando qué propone esa primera tirada de dados… qué pasó con ese material orgánico. Es ridículo pero es como si fuera hacer un árbol, te da ramas. ¿Qué salió? ¿Una conífera? ¡Una conífera! Bueno, entonces, la puntita la podría resaltar un poco más.”
Hace frío, está por llover, llovió toda la noche. Rosario se pone el piloto, abre el paraguas, se abrocha bajo el mentón un sombrerito a là Chavo del 8. Como una espía en la tormenta mezcla sus dos pasiones, esas que le enseñaron al Javier global que había otro camino: “El que escribe canciones es un poco un cineasta, es un poco un actor. Cuando usás imágenes, todo es un poco cinematográfico”.
Link: Mujeres cantoras
3 comentarios:
No hago otra cosa que confirmar tu gran calidad como escritor.
Con respecto al contenido en si, me falta conocer más, recién me estoy acercando a la música de esta gente, pero no se va a quedar ahí, me gustó mucho.
Gracias. Besos.
Rosario Blefari es como un imán. A veces desafina, a veces canta muy bien, pero no podés dejar de escucharla. Me gustaba más con Suarez, más rocker o indie, más guitarra, Gonzalo Cordoba era lo más, me encantaba. Sonaban buenísimo. De ahora me gusta Convicciones, Lobo, Desubicado. Javier no muestra la pasión de Gonzalo, Gonzalo volvé!!! Adoro ver los recitales en youtube de Suarez. Rosario es muy conservadora en su vida, aunque no lo parezca. Ama de Casa. Ama de Llaves. Sin llaves.
Comparto totalmente el comment anterior. Extraño a la Rosario más indie rocker y Gonzalo Cordova era lo más!! Río Paraná!!!! La copa! Desubicado guauuu!!! Camión Regador ayyyyy!! Es verdad a veces desafina muchísimo, pero...y me gusta cuando habla poco y canta más. A Javier le falta un poco de cocción no?
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