30.5.10
caraculismo
13.11.09
se lo tenía merecido
Hay muchas biografías de periodistas argentinos que me devoraría: la de Jacobo Timerman, la de Roberto Noble, la de Héctor Ricardo García. Una autobiografía de un periodista me costaría más porque a su valioso derrotero laboral debería sumarle una elegancia que justifique la cercanía de su mirada: en este caso no pasaría de Haroldo Conti, Rodolfo Walsh o Roberto Arlt. Me estiro hasta el Turco Asís.
Pero un autobiografía tuya, Pepe, la verdad, me parece una exageración. Tu mayo éxito laboral fue ser columnista de Badía & Cia. El tipo no se amedrentó ante mis sabios consejos y publicó Me lo tenía merecido. Nada menos interesante en este mundo.
José Eliaschev en su más tierna postadolescencia se desempeñó con éxito en la juventud peronista para, exilio mediante, no volver como un Bayer, o no volver como un Gelman, sino volver con la frente marchita, como parte de la restauración conservadora, al decir piadoso de Carta Abierta, que tanto disfrutará Pepe, de seguro.
Y qué decir de un tipo que intimó a un colega, Carlos Polimeni, cuando allá en los tiempos de la FM Supernova se le ocurrió bautizar a su programa mañanero “¿Y ahora qué pasa?”. Claro, se había olvidado —dónde tenías la cabeza, Carlos— que Pepe tenía un programa que se llamaba “Esto que pasa”. Es decir, nada que ver. Por lo que Pepe lo presionó a cambiar el nombre, que devino en el recordado (al menos, por mí) “¿y ahora qué…?”
No va que el programa de Pepe años después fue levantado por funcionarios del Gobierno kirchnerista, quienes en realidad no le renovaron el contrato en Nacional, lo que él juzgó censura a la prensa libre e independiente y que capituló en forma de libro bajo el nombre de “Lista Negra”, un sucinto de ventas, no censurado. A Nelson Castro le costó 5 minutos conseguir un espacio en Radio Mitre tras un episodio similar, por lo que no sería descabellado desprender la ausencia de Pepe en medios importantes a su poca onda.
Porque lo más lamentable de personas como Pepe —y de otros pepes que vimos e iremos viendo— no es todo lo enunciado hasta aquí sino su concepción descarnada de la argentinidad, que relata el sino fatal de vivir —¡si se le puede llamar vivir a esto!— en un país del tercer mundo en proceso de deterioro que cae en el vacío, siempre, para no tocar fondo, jamás, y seguir cayendo, y cayendo, al vacío.
La verdadera y desgraciada versión del capusottiano ¿hasta cuándo? fue Esto que Pasa.