El mundo tal como viene de fábrica, incluye empresarios –astros, dioses, mortales-. Empresarios como Don Carlos y como Carlos Rottemberg. Por ideología tiendo a despreciarlos, por un tema si se quiere marxista: la plusvalía, y demás conceptos. Pero los empresarios no van a desaparecer como TN o los amigos de barrio, muy por el contrario van a permanecer, a trascender gobiernos y dictaduras. Entonces dentro de ese empresariado hay que saber trazar una raya. No hablo ya de una responsabilidad social, como se hablaba años atrás, como en otra época, se hablaba. Un empresario exitoso, o no tanto, puede devolverle a la sociedad algo mínimo, más allá de lo que el Estado le obliga. Claro que es una gran deuda de la democracia un mayor control estatal sobre los privados. Pero incluso dejando todo como está, no todos los empresarios son lo mismo.
Esta larga perorata viene a cuenta de una nota que le hace Ángel Berlanga a Mex Urtizberea en Radar. En esa nota, Mex reconoce algo que no sabía y que imagino se tiende a esconder. Cha cha cha, es decir el último programa de humor de ruptura, fue una sinergia entre mucho talento y el capricho personal de Eurnekian, al que le encantaba el programa, y lo bancaba a pesar de los costos y el bajo rating.
Siempre es más fácil que un empresario exitoso licue sus propias expiaciones apoyando la cultura, más que, por caso, un instituto de formación de cuadros nacionales y populares, con becas por resultado, y fin de semanas en el costa galana a sortearse entre quienes promocionan las 6 materias semestrales. Tienden más a financiar películas, revistas, televisión, galerías de arte. Está bien, no me parece mal. Muchas veces estos mecenazgos son para capitalizarse de cara a la ciudadanía, a la vez que pagan menos impuestos, especialmente cuando estos programas son conducidos a partir de fundaciones, pero hay otras veces que esos aportes están guiados por el mero disfrute, por apoyar un gusto personal.
Recuerdo pavadas, siempre lo digo, recuerdo que Cha cha cha fue sacado del air porque la Iglesia Católica había intimado a los anunciantes de ese programa de América a levantar su pauta porque no gustaban de la inofensiva y genial en partes iguales sección del padre Peperino Pómoro de Fabio Alberti. El programa no duró una semana más al aire porque las empresas acataron la encíclica y Eurnekian por más caprichoso que se pusiera no tenía más hilo en el carretel.
Y pensaba en el mecenazgo, el mecenas, así llama Mex a Eurnekian. El mecenazgo sea tomado como devolución del poder económico a la cultura, por otras vías, o bien la concepción de un burguesía nacional, ya no contemplado esto en la definición de mecenazgo tradicional en tanto arte, sino desde otro lugar absolutamente cultural, el trabajo, la cultura del trabajo, cuya insignia fue Francella, exponente de clase ochentosa, última imagen antes del naufragio del tipo de barrio laburador y familiero. Arriba los sochoris, de carne somos. El menemismo entre otras cosas trocó el rol que Francella debe desempeñar en tanto exponente de clase media, padre de familia, casado con hijos.
También pensé en el trabajo de Carlos Heller desde el Banco Credicoop auspiciando siempre medios alternativos, muchas veces como órgano paraoficial de pauta realmente existente, o aquel laboratorista que en el #1 de TXT no sólo reconoce capitales –cosa que Lanata no hace porque dice que nadie hace cuando sí hay gente que lo hace- o como el socio de capital –cuyo nombre desconozco- que está permitiendo una reparación histórica del mejor periodismo deportivo independiente, que es Un caño, que está habilitando su segunda temporada incipiente.
O Constantini, a quien, como a otros, como a Eurnekian mismo, se le pueden achacar mil cosas, pero, por ejemplo, además de su nordelta y su banquito francés tiene su fetiche, el arte latinoamericano, que podría estar expuesto en su salón de los pasos perdidos personal sito en un edificio construido adhoc, pero no. El tipo compra un terreno en zona de embajadas, llama a licitación de pliegos arquitectónicos, levanta su imprescindible MALBA y pierde millones de dólares mensuales para que cualquier hijo de vecino puede ver permanentemente boteros y fridas kahlos y no su réplica desprolija, la señora que es senadora y tiene en común tan solo una anacrónica animadversión a la depilación del entrecejo.
Siempre digo que de lograrse lo imposible, volverme millonario, lo que haría con la guita es poner un diario –ahora habría que pensar algo en formato web- para desde mi subjetividad darle trabajo a los mejores periodistas, para que digan lo que quieran. No es el caso del empresariado tal y como existe, aunque por ello los millonarios son ellos y no yo.
La posibilidad de desgravar impuestos tiñe de sospecha muchas veces cualquier mirada benévola hacia el mecenazgo, pero nadie que no sea millonario podría bancar decisiones arriesgadas como montar un programa de televisón en prime time o subsidiar un polo petroquímico en épocas de bicicleta financiera. Tinelli es mejor persona cuando patrocina Okupas que cuando le vende parte del paquete accionario de Ideas del Sur a Artear.
Porque Tinelli sabe que sería muy difícil que ese grupo de medios ayude a desarrollar un producto que no genere dinero, porque Clarín es, entre otras cosas, lanzado a todos los negocios, la avanzada no ya de mecenazgos sino, a nuestro pesar, de mercenarios sin cultura ni pasiones.
Cuánto más considerado estaría Clarín si Ernestina fuese fanática de Martha Argerich, si Magnetto y no Villarruel convocara a Sasturain a hacer ese programa sobre libros, o un concurso de cortos, aunque sea en trasnoche. Si la beneficencia hacia Unicef no fuera el negocio de Un sol para los chicos. Si María Laura Santillán en Argentina para Armar se preocupara de estos temas y no por la enésima ronda de emprendedores que les venden sus servicios innovadores a europeos del este.
2 comentarios:
La necesidad del mecenazgo surge de la propia característica de los medios hoy: si no son un negocio creciente e importante, dejan de ser o dejan de estar en los medios. Creo que por eso, entre otras cosas, Capusotto está en Canal 7, cuando podría estar en otro canal y tener más guita y rating: porque le da más independencia de esa locura. Hace poco hablaba con unos periodistas medio "free lance" , y los tipos pedían negocio, cosa vendible, anuncios como sea. Ellos iban donde estaba el mango y nada más. Les dije que eso mismo hacía que los medios fuesen muchas veces inútiles o perjudiciales o inadecuados a los intereses de mucha gente. Se enojaron.
La campaña contra Cha Cha Cha no fue por parte de la Iglesia Católica, por lo menos no como institución. Los autores de las cartas a los anunciantes fueron los viejos chotos de la Fundación Argentina del Mañana, brillantemente caracterizada por Alfredo Casero como "Fundación Argentina del Bisoñé". Leete el "Quiénes Somos?", no tiene desperdicio...
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