Este es un mes muy bueno para mí porque desde España llegan nuevos discos de tres de mis artistas favoritos de ese país. Estopa, Amaral y el gran Manolo García. El de Amaral es doble y es más de lo mismo, lo que no está muy bien, y el de Estopa, en cambio, es más de lo mismo, ¡lo que es genial! Pero no vamos a hablar de nada de todo eso porque Manolo me agarra el conjunto de músculos y huesos tejidos que con azar me conforma y me levita y me arroja contra la pared más lejana de las 4 que me circundan del sitio en el que me encuentro, fuertemente, hasta romperme algunos huesos, distenderme músculos motrices y destejerme de manera sutil lo que el azar logró con millones de años de evolución articular.
Manolo nos entrega un disco llamado Saldremos a la lluvia. Un nombre muy hermoso para un poeta único, y fértil, dándose a conocer, abriendo una puerta. Manolo de alguna manera revisita los tres discos anteriores, que son los tres solistas, y los tres grandiosos. Siguiendo con ese uso de la palabra apropiada y renacida tan suyo. Vuelven las metáforas naturalistas que Darwin hubiera admirado. Musicalmente sigue con la tónica árabe-flamenco-ibérico-rock-pop que sintetizó en el disco anterior más alguna que otra canción descarnada de medioambiente que me gusta nada, a título personal.
La primera canción, homóloga del disco, dice No sólo pueden ellos. Y mejor si no hay motores: tenemos velas. Fiel a su espíritu de marinero ad-hoc. Y recuerda al Heavy-Re-Jodido cuando dice Si quiero ando descalzo sobre mi propia conciencia, en Me he sentado a esperar.
Quizás una de las canciones más bellas es Los cítricos amantes, que trascribiremos casi completa. Empieza con esta frase: Tuve un amor, ya tendré otros, y sigue, pero hoy el manjar cubre mis horas, que no es propio de varón el llanto roto, tan grande es el mundo con sus cuatro puntas. A la pucha. Tuve un amor, o eso creía. (…) Derribar, error a error, nuestro logro, me costo improbo esfuerzo, y tiempo, y toda la tontería que fui capaz de reunir -que no fue poca-. (…) Necio yo, creía que naranja enamorada es media esfera de otra esfera a medias. Y aunque tarde, descubrí que el arte existe. Y que consiste en que los cítricos amantes se desplacen más o menos a un tiempo. Pues sé que los binomios son cambiantes, unidades dos complejas y mutantes. Y el mundo aunque no me ames no para de ofrecerse tan lleno de sorpresas. Tan lleno de posibles y de retos. Tan lleno de rincones que husmear. Y con tantas mujeres lindas. Tan llenas de rincones y secretos. Tuve un amor, o eso creía (…)
Unas canciones más adelante, A lo lejos el río, Manolo describe un paisaje de esta manera: A lo lejos el río es una cinta -preciosa cinta de mercería. Agosto y este río, que me acerca a un año más por un camino bordeado de huertas. A lo lejos el río -preciosa cinta- que custodia sus olmos de plata en hebras.
El disco es bien precioso, aunque no sorprende desde lo musical, de todas maneras, para despedirme, haré la enésima venta infructuosa de Manuel García-García Pérez : un tributo a la Argentina.
En un post anterior respecto a su show en el ND Ateneo dije, que había contado Manolo, que él había venido a la Argentina varias veces antes, pero no a tocar, y contó que fue a Tigre y que no oyó pajaritos y que estaba consternada con la ausencia de pajaritos en el mundo. Entones, como es lógico con estos pergaminos, no hizo como otros cantantes españoles canciones de amor a Buenos Aires (Llega, llego soledad, Alejandro Sanz; Con la frente marchita, Joaquín Sabina; Buenos Aires 2001, Ismael Serrano). Manolo le dedica una canción a Río Negro (!). Nos salió un artista federal y naturalista: como Urquiza. Leamos entonces sus inquietos adjetivos y sus cultos sustantivos, con el necesario desasne de la Real Academia.
He visto la provincia de Río Negro reflejada en tu mirada de áreas lacustres. He visto el vuelo de la sombra blanca, cadena que amarra al viajero que no quiere regresar. Pastor patagónico que fue tu abuelo vasco. He tocado tu pelo de pastizales. He tomado tus manos de un cobrizo coirón. Colgado de vellones de lana y ovejas, pámpanos temblores sobre campos dorados, en la tarde ventosa y suave de tu tierra. Como espuma en las crestas de unas olas terreras rielando en tu mar de hierba pampera.
Uh, ya voy. Uh, aquí estoy.
Tras el regreso me veo aterido de nostalgia en esta imposible carretera. Bajo el humo privado de las mil chimeneas del gran polígono que anuncia la ciudad. A velocidad infernal nos desplazamos sobre máquinas con ruedas -y no me acostumbro- para confluir como plaga de langostas a los mismos lugares, a las mismas horas. Así que voy sintiendo que aquí malgasto la vida, que ya sólo quiero tener entre mis manos las tuyas de aquel cobrizo coirón.
Uh, ya voy. Uh, aquí estoy.
Colgado de vellones de lana y ovejas, blanquecinos temblores, sobre campos dorados en la tarde ventosa y suave de la tierra. Como espuma en las crestas de unas olas eternas rielando en un mar de hierba pampera.
Uh, ya voy. Uh, aquí estoy.
Lacustre. (Del lat. lacus, lago, con la t. de palustre).
1. adj. Perteneciente o relativo a los lagos. 2. adj. Que habita, está o se realiza en un lago o en sus orillas.3. adj. Semejante a un lago.
Vellón. (Del lat. vellus).
1. m. Conjunto de la lana de un carnero u oveja que se esquila. 2. m. zalea (cuero curtido de oveja o carnero con su lana). 3. m. Vedija o guedeja de lana.
Coirón.
1. m. O Arg. y Chile. Planta xerófila, de la familia de las Gramíneas, que alcanza los 50 cm de altura, de hojas, duras y punzantes, de color verde amarillento. Se emplea para techar chozas y constituye un importante recurso forrajero.
Rielar. (Del lat. *refilāre, de fīlum).
1. intr. Vibrar, temblar.2. intr. poét. Brillar con luz trémula.
Si convencí a alguien de algo, y parafraseando a Cinzéu y Grismar, acá se puede salir a la lluvia.
2 comentarios:
A mi me gusta Eva AMaral, tiene una bella voz, y tambien es una hermosa mujer.
me encantan tus crónicas discográficas (porque no son reseñas) y tengo ganas de escuchar el disco, si era ese el cometido.
yo me codeo mucho con la palabra vellón, casi tanto como con el término goma eva.
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