14.7.08

hermosillo

Maradona, Copolla y su habitual troupe se pasean por un exclusivo hotel en las afueras de Toluca, México, descansando. En unos días Maradona va a ser la principal figura de un partido homenaje a un tal Carlos Hermosillo, ilustre futbolista del Cruz Azul, que se despide de su carrera deportiva con un partido a su salud.

Es la noche anterior al partido. Pasa a saludar el Turco Mohamed, que está jugando en la liga mexicana, es una estrella, acompañado de un amigo, a saludar al Diego. Se ponen al día el uno del otro durante unos minutos largos entre anécdotas y risas. Alguien de la organización golpea, entra y se presenta para arreglar algunas cuestiones de marca y preguntar si el Diego quiere algo especial para el partido. El Diego le dice que no, que juega con lo que le den, que no hay problema, máster. El tipo le da una camiseta al Diego como para que se la pruebe. El organizador le dice que juegue con el 27 porque es el número que identificó la carrera de Hermosillo. El Diego no está acá por su amor a Hermosillo sino por el cachet. Le parece bien. Se la prueba, le queda regia, el tipo de la organización se va. El turco le pide la camiseta de regalo y el Diego se la regala. Hablan un poco más de alguna cosa. Se divierten. El Turco y el Diego se quieren mucho y ambos son simpáticos hasta para vetar el aumento de las jubilaciones mínimas. Quedan en que mañana salen al DF para el partido homenaje. El Turco y su amigo se quedan en una habitación contigua.

Haber estado con el Diego los dejó insomnes por lo que el Turco y el amigo conversan algunas horas más recordando el encuentro. En eso, como chicos, agarran la camiseta del diego y con cintas y marcadores transforman la 27 en la 10 porque juzgan no sin razón que al diego no le cabe otro número.

Se encuentran en el lobby del hotel y parten en avión privado para el estadio Azul del DF mexicano. Antes pasan a hacerle una revisión médica a Maradona. Las complicaciones de tránsito hicieron que la comitiva llegue media hora tarde al partido. El 10 ya está malhumorado. Y tiene hambre: pide unas pizzas. Afuera el público ansioso no espera ni a Zamorano, ni a Higuita, ni a Valderrama, ni a ninguna de las estrellas latinoamericanas contratadas para la despedida de Hermosillo. Ni siquiera esperan a Hermosillo. La gente, como siempre, llenó la cancha para verlo un rato al Diego.

Un colaborador le arroja una playera. El diego se la prueba y le queda chica. Le tira un número más grande: le vuelve a quedar chica. Le da la más grande que tiene, no le llega ni al ombligo de Dios. El tipo nervioso reconoce que no tiene remeras más grandes. El Diego recaliente se da media vuelta y con un gesto unívoco comunica a todos los presentes que no iba a jugar ese partido y que no había marcha atrás en su decisión. El estadio Azul ruge. El colaborador suplica, se arrodilla, pide por favor, que el Diego no se vaya, que juegue. El Turco se acuerda de la camiseta, se la alcanza. El Diego se la pone y sale a la cancha. Juega un partidazo, hace un gol y todos los mexicanos lo ovacionan. Hermosillo tiene su gran fiesta.

Al otro día los medios repudian la actitud de Maradona de haber jugado con la 10 cuando todos los jugadores de campo, hasta los arqueros, habían usado la 27 de Hermosillo. Maradona nunca se entera que jugó con la 10.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

a estas alturas, ya se enteró. Por cierto, en México, Maradona no tiene tan buena imagen. No es idolatrado como en Argentina...
Ex Jugador

wallychoo dijo...

El Diego de La gente... Me preguntaba hace poco, de que lado esta...Si del Campo, o de nuestro lado???


Abrazo

Deíctica dijo...

pobre gordo...