Con total liviandad el estudiante de geología alemán señaló la tierra y diagnosticó: las conchillas que estamos pisando dicen que alguna vez todo esto fue mar.
No sería tan llamativo sino fuera que estaba en una visita guiada en las afueras de Malargüe, el departamento más grande de Mendoza, cerca de Las Leñas a más de
El sur de los Estados Unidos siempre se me ocurrió como una especie de mar que fue vaciado por un movimiento social a fines del siglo anterior al pasado por unos sajones locos e imperialistas –muy parecidos a un terremoto- que coparon tierras ganadas al mar de lo mexicano, y que las conchillas vendrían a ser esos latinos nombres de las ciudades al norte inmediato del Río Bravo que aún persisten orgullosos. Desde los célebres Los Ángeles o San Antonio hasta los más ignotos Reno o El Paso. Pasando por Orlando, el estado de Nevada, San Diego, Colorado, Las Cruces, Sacramento, San Francisco, y siguen los topónimos.
Siguiendo con la metáfora marina, en el océano del inglés yo me mantengo a flote al estilo perrito. Leyendo traducciones de literatura norteamericana (o viendo series o leyendo historietas o mirando películas) siempre me sorprendió la referencia y el dejo de discriminación que tienen los estadounidenses para con el tristemente reputado “leve acento sureño”. No conozco mucho de la historia norteamericana, es un tema pendiente en mi vida.
En mi idea de lo sureño diferencio las costas de lo mediterráneo. Obviamente. Cuando se habla del leve acento sureño –tan odioso y ralentado como parece ser que es- no se está hablando de Hollywood ni de Miami sino de esa zona donde pulula el country, los westerns y los caballos; donde la ley que impera es la del Talión, donde Clint Eastwood es Dios y donde el paisaje más habitual es una gasolinera semiabandonada sobre un ruta interestatal ladeada de aridez y porfiado viento que no encuentra salida del continente desde siglos ha. Esa Norteamérica profunda que vota a los republicanos, toma Jack Daniels en chupitos y sin hielo y que tapona los retretes durante el entretiempo del súper tazón con cacona exclusivamente hecha de palomitas de maíz, cacahuate y cerveza Mill´s procesada en las primeras
No puedo menos que sorprenderme cuando advierto que las conchillas del mar de la conquista mantienen sus nombres hispánicos a pesar del paso del tiempo. Como una huella ancestral de civilización imborrable.
Y no puedo evitar sentimientos antagónicos como ser cierto orgullo y una lejana bronca, broncas que no debieran incumbirme y orgullos que no me pertenecen.
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