4.4.06

tesoro

El sábado a la tardecita saqué la basura semanal y descarté los tubos (y empiecen a correr; la yuta está muy cerca, no de para correr). Estoy clavando promedio tres quintos de vino Titarelli cabernet sauvignón por día. Es decír: saqué 4 botellas el sábado. La metodología es la siguiente: los diarios, papeles y cartón los pongo doblados con cinta de papel en correcto paquetito a la derecha y abajo perpendicular al tacho rojo, donde deposito la basura en bolsa –restos orgánicos, plástico, pequeños papeles y demás: no clasifico este tipo de desecho- y lo que es botellas (de plástico o de vidrio, lo mismo da), las pongo paradas a la izquierda y abajo, en fila, contra la pared. Esto es un proceso sumamente agitado ya que la competencia que encaro contra migo mismo dispone de dos variables: que no se cierre la puerta por la correntada que nace al abrir la puerta y que en ese trajín no se me desplome ningún recipiente (las botellas de plástico son las más jodidas, ya que no tienen buen contrapeso).

Habiendo terminado el proceso desbasurizante, más tarde, tipo 8 de la noche, escuché un lío de botellas caídas, Girondo diría en su Milonga de Veinte poemas para ser leídos en el tranvía: De pronto se oye un fracaso de cristales. Las mesas dan un corcovo y pegan cuatro patadas en el aire. Un enorme espejo se derrumba con las columnas y la gente que tenía dentro; mientras entre un oleaje de brazos y de espaldas estallan las trompadas, como una rueda de cohetes de bengala. Bueno en realidad no fue para tanto.

Al rato fui a la calle, a cuento de no sé qué necesidad imperiosa que me sacó de las doce paredes (porque mi casa no tiene 4; tiene 12, o una larga y zigzagueante, como quieran verla). Y me acordé de los ruidos y fui a echar un vistazo y me encontré con un tesoro dignísimo y sorprendente, compuesto, a saber, por: un cubo fucsia flúo de plush de unos 20 centímetros a estrenar, nuevito y con los colores en su lugar; un autito tipo 4x4 de carrera bastante grande, nuevo y con las ruedas sin trabar (dato importante si los hay); una mochila de peluche infantil de un tamaño pequeño con una vaca mimosa que sobresale como bebé de chola de la realidad mochileril; una especie de almohadoncito, que es un sol amarillísimo de peluche, con un centro, que es una cara sobre superficie naranja –también de peluche- muy querible y de ojos tristes; un Demonio de Tasmania de indudable calidad –no esas imitaciones mal hechas, bueno-bueno- y con una semejanza impresionante al original, que porta en las partes anteroposteriores de sus extremidades unas ventosas adherentes para lunetas traseras de coches, necesarias para mirar el mundo desde la retirada, siempre alerta para hacer sus malechorías famosas; y un conejo horrible de peluche muy mal terminado, nada simpático, blanco y medio sucio. Además, miles de tonterías como muñequitos pequeños y zonceras de toda calaña –recuerdos de comunión, fotos rotas, figuritas, etcétera-; de estos objetos, los más lindos –como una barrerita de peaje de plástico inmóvil- han engrosado el estante en el que murió el homúnculo rojito: para los iniciados en las aguafuertes castrenses ver aquí. ¡Ah! Dejé - me parecía de mal gusto- en la basura tres pequeños disfraces de tela livianita de niño de 3 años (más o menos) entre el que estaba el traje del niño de Los Increíbles -Dashiell Dash Parr-, rojo y negro.

Pensé de todo; no tengo una respuesta. Escucho ofertas, ¿quién puede ser tan desalmado o qué le habrá pasado al dueñecito de todo ello?

Mientras piensan, elaboran y opinan los dejo con una respuesta que pusiera yo, hace no tanto, en MercadoLibre, que hoy releí de casualidad y me divirtió por lo desacartonada.






7 comentarios:

La Momia dijo...

no me importa q le paso al dueñecito de todo eso, quiero todo ya!!!!

Martín Zariello dijo...

Leyendo este post me acorde de este poema de fabian casas:

SIN LLAVES Y A OSCURAS

Era uno de esos días en que todo sale bien.
Había limpiado la casa y escrito
dos o tres poemas que me gustaban.
No pedía más.

Entonces salí al pasillo para tirar la basura
y detrás de mí, por una correntada,
la puerta se cerró.
Quedé sin llaves y a oscuras
sintiendo las voces de mis vecinos
a través de sus puertas.
Es transitorio, me dije;
pero así también podría ser la muerte:
un pasillo oscuro,
una puerta cerrada con la llave adentro,
la basura en la mano.

reinita neurótica dijo...

yo quiero... no, la verdad que no quiero nada porque soy fanàtica del orden y me pone de mal humor tener muchas cositas apiladas. Por otra parte, què circunstancia extraña... quièn dejò todo eso?
me encantò la barrerita de plástico móvil.

Anónimo dijo...

Insisto, quiero la vaca mimosa, aunque esté toda sucia...

wallychoo dijo...

Que paradoja las botellas en fila, La Basura Ordenadas y Los Juguetes tirados , perdidos , abandonados.Parece una Imagen de una pelicula

Budka dijo...

Obviamente el niño murió.

b. dijo...

me quedó una duda, las botellas, seguían ahi? Porque tal vez fue un duende medio moralista o patrocinante de alcoholicos anónimos, que al ver tanta botella vacía decidió intentar hacer brotar dentro tuyo ese niño inocente y sobrio. Y dejó todo eso como mezcla de estímulo y soborno para lograrlo.
b.