Mostrando las entradas con la etiqueta Sangre. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Sangre. Mostrar todas las entradas

27.8.08

¡Pronto, Madre de Dios!

No entiendo cómo Sofovich pretende que le reconozcan su genio humorístico cuando anda siempre de mal genio: quien no se ríe nunca difícilmente sepa cómo hacer reír. No entiendo tampoco cómo deciden relacionar a la China con una Fanta y, a ese fin, ponerle gusto a Melón. Cómo Morales Solá, no entiendo, propone mesura política siendo que apoyó a Bussi en la larga noche tucumana. De la misma manera que tampoco entiendo cómo un tipo amargo como no hay dos, Tomás Abraham, y no otro, porque no hay dos, ya lo dije, se queja, en la tele, con su peor cara de culo, de la falta de programas humorísticos en la tele.

Pero lo que me ocupa en esta oportunidad no es lo que no entiendo desde la lógica sino una cosa que es impreciso entender: la fe. Porque la fe anula el entendimiento ya que su fortaleza anida en la negación de la razón como tal. Entonces no es cuestión de andar queriendo entender lo que entender non da. Pero convengamos que la onegé más poderosa del mundo, la Iglesia Católica, que hasta un estado nación ya tiene, te puede poner y sacar santos y demás divinidades como se le antoje de acuerdo a su cada vez más flojito laburo de base. Entonces uno entiende que por más que no crea en Dios quizás sí existió, hace casi dos milenios, Jesús. Sí existió Napoleón o Nerón o Juana Azurduy, ¿por qué no concebir la idea de que Juan El Bautista haya sido un tipo reputado en los territorios que hoy se dirimen no sin paciencia palestinos e israelíes? Y entonces se termina aceptando, forzando las cosas, la existencia de Abraham, no Tomás, y, por qué no, de Moisés, Ikonicoff, también, que realmente existe, aún. Con algo de esfuerzo te aceptás que ciertas figuras emblemáticas, como el traidor de Judas o la abnegada de María Magdalena, no sólo existieron físicamente sino que además actuaron con rasgos de personalidad similares a la de los paradigmas que las trascienden. Pero aunque mistificadas, aumentadas y corregidas sus historias están, las historias están: hay un escriba, un notario, un historiador que reafirma las existencias difusas de estos grandes hombres y mujeres de la historia.

Lo que me llama mucho la atención, y ahora si tratando de entender, no la fe, sino el mito, es la popularidad de una divinidad no inflamada. Porque a Pedro lo infla la iglesia como padre de la misma, y no conocemos un sólo admirador de este santo fundacional, por caso. Nadie dice, ‘Ah, para mí San Pedro les pasa el trapo a todos esos santitos de feria’. Pedro se fosilizó en su rol de encargado del paraíso -no le gusta que le digan portero del cielo-. La figura del Papa, beatífica desde su elección misma, sólo hizo trascender felizmente -siendo generosos- a tres Sumos Pontífices de los más de 400 que ya encabezaron la cúpula de la Iglesia; entre ellos, el anteúltimo, Juan Pablo, Segundo. La virgen sí, como feliz comunión de la deidad consagrada tanto por las cúpulas y como por las bases de la organización, nos hace sospechar de una María en la Puerta de Hierro del Medio Oriente, diciéndole a cada facción proscripta lo que querían escuchar, ‘lo importante es el movimiento’, ‘si llego con los buenos llego con muy pocos’, ‘para eso inventamos el sacramento de la Reconciliación’. El pragmatismo peronista de María estuvo siempre fuera de todo análisis.

Pero el tema son los santos.

Santos que el pueblo creyente elige de la oferta existente y eleva a semidios como Cayetano, San, hay muy pocos. La mayoría de los ídolos populares son, digamos, inventos de la gente.

Descartando a los nombrados Cayetano y María, madre de Dios, ya sea su apellido Luján, San Nicolás o Desatanudos, sin lugar a dudas los santos más venerados en nuestros asolados parajes no son considerados por los claustros del poder como tales: se destacan El Gauchito Gil, Gilda, La Difunta Correa o Evita, Santa. (Hace poco le dieron al menos querido de nuestros protosantos, Ceferino Namuncurá, el postergado escalafón de divinidad, otro error de diagnóstico espiritual sobre el pueblo religioso. Pregúntemele a un pastor brasileño sino.)

Pero el santo trasnacional más increíble, por lo popular, no por lo que se le cree en términos de fe, es sin lugar a dudas San Expedito, un tipo al que sí lo reconocen medianamente los centros concentrados del poder celestial y lo eligen en los más diversos campos del poder territorial de la iglesia romana, en Sicilia o en Ensenada. Estamos hablando del caso inverso, el tipo es santo y popular, la iglesia lo reconoce a penas, pero el tipo no dejó rastros de su existencia, de su lugar en el mundo, de su paso terrenal hacia el destino celestial de los elegidos.

Tanto es así que hay al menos tres historias que cuentan a medias el cómo llego a ser un santo este Expedito, de nombre. Y de las historias ternadas, sólo una hace mención difusa a su pasado mundano. Las otras dos otorgan la divinidad por error, como un cajoneo burocrático en las oficinas de Dios. Llega una encomienda a tal monasterio, a tal seminario, con la expresión Expedito, que significa rápido, se sabe, y las monjas enajenadas de las cosas del día a día desconocen hasta el argot propio del universo postal, y le encomiendan, valga la chanza, a este Expedito su don de santo, Damián. De acuerdo a este involuntario equivoco, que no se llega a entender del todo cómo fue, los avatares de la historia nos privaron, por pura casualidad, de no contar en nuestro panteón popular con San Frágil o con la Sagrada Virgen de la Entrega Contra Reembolso.

Wikipedia, como una novela policial de mala prosa, reduce su biografía a esto: San Expedito es un santo católico. Nada se sabe de su vida. Es la antibiografía del santo de los milagros urgentes. Y quizás en esto radique su éxito. Quizás no, ¡en esto radica su holy celebrity! Voy al punto. Si San Expedito se llamase San Letargo los únicos que lo adorarían serían los relojeros, los becados por el Conicet y los pentatlonistas. En mundos realmente espirituales la variable entre efectividad y divinidad sería de ajuste. Nadie que realmente crea en alguien o algo, lo hace en función de su rapidez. Si le pedimos a San Expedito que ayude a descubrir la vacuna para el sida vamos mal. Su real inutilidad como fast santo quedaría en evidencia. ‘San Expedito que no llueva’, ‘que salga bien la vieja de la angioplastia’, ‘que la nena llegue bien a Mar del Tuyú’; esos son los milagros posibles que San Expedito viene usufructuando desde su silencio de siglos. Si en San Expedito depositamos la necesidad de paz en los Balcanes, un gobierno progresista en China o un pronto acuerdo de la Mesa de Enlace con la Secretaría de Agricultura, podemos sentarnos a ver caer el prestigio del muchacho, de la misma manera que se espera ver pasar el cadáver del enemigo, o el 80 a las 3 de la mañana, con paciencia, la paciencia que a Expedito le falta: para él es todo ya.

Muy estresado estás Expedito, bajá, manzana, te vas a morir de vuelta.

De todas maneras, lo más incomprensible no es tener fe, ni creer en lar vírgenes, los santos, los santos populares o inventados por la gente sencilla. Lo más raro de todo es que creer que San Expedito lee Clarín.

clasificatte - Share on Ovi

25.6.07

el quinto elemento

Ahora que ya sabemos, gracias a Los 4 Fantásticos, quién era Silver Surfer les pido con mis más altos respetos a los productores de Hollywood que me expliquen de una buena vez quiénes son Sangre, Amazo, Cyborg y Brainiac y, ya que estamos, que me digan -más allá de sus peleas ganadas- ¿a quién le ganaron?

superamigos


update.
De paso pido urgente la película de los Gemelos Fantásticos, Zan y Jayna, y su monito Gleek.

- En forma de cubeta de agua.
- En forma de pelícano.

Dale Macri,
hacé la película de los Wonder Twins,
¡para qué te votamos!