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21.7.09

El Llavero de Paolo y otros bienes útiles


Podías por unos centavos en kioscos, bien nutridos de naranjú, bolas de jugo con dispenser, hongos psicodélicos de azúcar con palito -y otras delicias-, adquirir pequeñas glorias reciencitas llegadas de la China que a manera de juguetes divertían sanamente a jovencitos y niñas:

  • Había un llavero de un esqueleto tembleque que respondía al nombre de Bartolo, aunque no sé si ese nombre era algo más bien universal o un chiste interno.
  • Estaba el llavero, también, llamado Mano de Goma, que, vertebrado de alambre, te permitía casi sin esfuerzo gesticular diversos insultos falangistas.
  • Estaba El Pompón de Plástico, que me reacordaron anteayer, que no revestía utilidad. Después le agregaron cara y hasta pies.
  • Estaba La Pelota Pegajosa que después de arrojarla contra la pared una docena de veces se convertía en un asco informe.
  • Estaba el Miki-Moco que supo incluir un ojo de plástico entresacado en la verde viscosidad.
  • Estaba El Llavero de Jaimito, que degeneró con el tiempo en El Llavero de Paolo, lo rastreé: acá está.
  • Estaba El Resorte Loco, que desandaba escaleras.
  • Y, con el fin de la década, todo lo anterior se sintetizó en el ensayo social más inhumano desde las prácticas farmacológicas experimentales en presidiarios de alto riesgo: El Loco Lope, ya saben, esa media de nylon con cara rellena de semillas que tras un cuidado sarmientino suplía la falta de capilaridad con pasto.

¿Recuerdan algún otro must de aduana fácil?