28.10.11

La decisión política, el legado de Néstor Kirchner


Néstor Kirchner era ya un hombre de Estado cuando asumió excepcionalmente la Presidencia en 2003. Todo político ambicioso quiere ser presidente y Kirchner no fue, por suerte, la excepción. En 1999 se empapelaron 20 manzanas del microcentro con la frase “Kirchner Presidente” durante una semana fugaz de un tiempo histórico en donde Eduardo Duhalde terminaría representando al Justicialismo y perdiendo con Fernando De la Rúa. Años después, Duhalde, curiosamente, presidente por Asamblea Legislativa, terminaría eligiendo a Kirchner para representar al PJ, porque nadie medía, y porque ese pingüino desconocido se la jugó. En aquel difuso 1999 le dije a un amigo que me gustaría votarlo a Kirchner, no por él, si no por Cristina, una senadora de fuerte presencia mediática, díscola, oradora descomunal y propietaria de singular belleza. No se dio en ese entonces; una pena.

El famoso 23 por ciento que Néstor Kirchner obtuvo en las presidenciales de 2003 le alcanzaron para asir el bastón de mando y sentarse en el sillón de Rivadavia. En estos últimos 50 años muchos presidentes democráticos o de facto se sentaron en el sillón; pero Néstor fue el primero que usufructuó el bastón. Por decisión política, su principal legado. En ese sillón sentaba a los ocasionales visitantes. Hay mil fotos de esas: el presidente de pie, Martín Palermo en el sillón.

¿Se acuerdan que jugaba con el bastón, divertido, hasta aferrarlo con las dos manos, agitarlo para sí, y sonreírse para la Historia? Cristina reía abajo, legisladora, radiante por la ocurrencia, y feliz porque como nadie sabía que el chabón lo iba a usar bien, al bastón. Lo conocía bien a Néstor, venía discutiendo desde la facultad con él, cuando un día, en pedalín, cayó a su casa de estudiante en La Plata y con inteligencia y humor se la levantó, se levantaron. Discutieron de sueños, de convicciones y de la Casa Rosada, esa noche, seguramente. Camporistas días de militancia, felices, todo por hacerse.

El principal legado que deja Néstor Kirchner, y continúa Cristina, es la decisión política como herramienta transformadora de la sociedad. Si a eso le sumamos su volumen de estadista, no de voluntarista improvisado, del tipo que entendió los resortes del poder político, porque lo ejerció, alcanzamos una síntesis de lo que representa el kirchnerismo.

La novedad que como proceso político trae el kirchnerismo es la discusión. Y ahí hace carnadura precisamente la adhesión juvenil masiva y renovadora. En la decisión de dotar a la sociedad del conocimiento de la política, Néstor y Cristina trasvasaron información cupular a las bases. Porque entendieron que determinadas medidas para poder llevarlas a cabo y que se institucionalicen en la sociedad (y no sólo queden en la eventual superficie de un gobierno decisionista) precisan de la comprensión y el convencimiento de los actores que las van a defender, que le van a poner el cuerpo.

No hay inconstitucionalidad de las leyes de impunidad sin repatriar la ESMA ni bajar el cuadro. No hay nulidad de las AFJP´s sin discutir el rol del Estado mediante la estatización de Aerolíneas. No hay soberanía económica sin el “No al ALCA”. No hay inclusión en la diversidad sin Matrimonio Igualitario. No habría Asignación Universal por Hijo sin haber defendido la resolución 125 hasta el final. No hay destino posible sin adherir al destino sudamericano.

Néstor Kirchner fue el primer presidente de esta etapa democrática que no reculó en sus decisiones por incidentes coyunturales; su decisión política fue una estampida a hombros de un elefante. Nos lega las realizaciones, pero también el aprendizaje para poder plasmar otras muchas más que faltan.

No habría adhesión juvenil masiva, afectiva y fundacional, si Néstor Kirchner no hubiese sido el primer rebelde, el primer joven.

1 comentario:

Flavia dijo...

Me gustó la forma distinta de definirlo comparado con otras definiciones de estos días. De las mismas virtudes ya enunciadas, ver lo profundo de ellas es tu logro. Muy bueno