3.8.07

para que no se duerman mis sentidos

holas

Háblame (…) de Cártago a las puertas de Roma, de la Sevilla mora, de Cádiz fenicia, de la Córdoba que abrigaba su mezquita, de Chagall o de los poetas andaluces del destierro, de por qué claveles para una revolución, de las vueltas que da la tuerca, de los amores que son prisión. En realidad vendría a ser al revés, vendría a ser que yo le pidiese a Manolo García que me hablase de estas cuestiones, que son las que él cuenta, con exquisito pulso de poeta, de esos que no hay, de esos que faltan.

Desde aquella providencial aparición de Jorge Drexler que no tuve la suerte de encontrarme con un artista en mi idioma que me sumerja en su universo de subjetividades de manera tan exquisita. Los que estaban, y están, ya venían de antes. Venían significando desde décadas atrás, incluso desde antes de mí. A Manolo no lo conocí en su totalidad hasta los meses pasados.

Ya conté la historia, no la voy a repetir. Quiero hablar de otra cosa, quiero hablar de un artista rarísimo, adictivo y único. Es español y sólo un buen español puede manejar el castellano de manera tan virtuosa, he decidido. Compré Para que no se duerman mis sentidos en Musimundo y antes de darle la primera pasada repasé las letras. No podía entender que una canción empiece así, como esta, que empieza así: Como el hombre de los hielos acechando en la negrura de un bosque de coníferas sentí, no sé por qué, congoja y soledad aquella mañana de tormenta.

Una canción que vendría a ser una inspección a si mismo, una introspección: Manolo se palpa los bolsillitos del alma y no encuentra cambio chico, una moneda para el bondi de la esperanza. Y en ese descubrimiento de sí mismo, incómodo, las metáforas van infiriendo que todo empeora a medida que pasan los minutos, con palabras naturalistas, mejor dicho, continúa: Salio el sol y fue peor. Un viento negro arremolinando las adelfas cuajaba mi ánimo espacial y me lanzaba a navegar entre aerolitos a través del ventanal con cortinajes. Estamos hablando de un hombre en la linde del bosque recostado en su melancolía, instalado como para siempre.

Las canciones de este disco se van al sur de la Iberia, con toques de oscura música popular, se van a ese Cádiz chico, ahí donde el continente europeo se africaniza hacia la tarde. Andalucía, donde se palmea por rumbas hasta a James Brown, dónde el lejano oriente se hace más cercano. Situémosnos, en un carnaval, Cádiz de la chirigota, azar de siemprevivas, espejo de alondras en sus cielos y patria, ese lugar donde el espíritu apacenta entre sueños engarzados en fenicias anclas, o pueblos marineros. Es casi un guión de Robin Wood.

Claro que además están las canciones de amor, esas lindas melodías rellenas de palabras difíciles que suenan lindas. Y de las simples que suenan mejor. Revisemos cuando Manolo confiesa previsor: Guardo una tarde de sol por si hace falta; ese es un tesoro que nadie podrá arrebatarme. Un alma insensible dirá para qué le servirá guardar una tarde de sol, poco después Manolo revela: Te guardo una tarde de sol por si la quieres; ese es un tesoro que nadie podrá arrebatarte. Es decir que Manolo guarda una tarde de sol, por si hace falta, y unos versos adelante se la obsequia a su amada, por si la quiere. Otro día que vendrá su amada debería a regalarle esa tarde de sol a él, que debiera haber guardado para semejante conmemoración de la química avanzada. Como guardó además Manolo en un bolsillo el color de la piel de una naranja. Sí, pero además, en ese bolsillo, guardó el calor de su piel, por si ella viniera.

Se sabe, un pasado roto no es nada. Al final te das cuenta de que nunca estuvo entero del todo. Avisados del tema podemos continuar con el universo del cantaor, donde su amor flota con nenúfares en un estanque de libélulas azules. El amor de su amada, en cambio, es un trío de golondrinas en un bosque de papel. El amor suyo, el que se prodigan ambos, la combustión de ambas formas de amar resultan ser hojas de té de aromas húmedos de los orientes .No está mal como para que vayan pensando en tener un hijo.

Alguno dirá, con algo suspicacia y mucho de razón, que no se puede vivir en un mundo de palabras bonitas, que el amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa, como dijo Gelman, por eso, en otra canción, como buen seductor, cuenta cómo fue que logró alcanzar el amor de su doncella, y descubrimos que para que el amor sean tres golondrinas o un símil nenúfar extraviado entre libélulas antes tuvo que sucumbir a la vida diaria, el misterio del acontecimiento cotidiano. Parece ser que Manolo le dijo: Si te vienes conmigo seremos ácratas de bajo consumo. Devoradores de libros de bolsillo, literalmente. La rosca desgastada del beso de tornillo. Instalados en un tiempo variable, por hablar, no hablaremos más. Viviremos pletóricos en cincuenta metros cuadrados. Hipotecados. O realquilados. O mejor, saltando, el que pudiendo quisiera, en zig zag. Inmoderados. O moderados. O inmoderadamente moderados. O moderadamente inmoderados. O inmoderadamente inmoderados. ¡Tomá!

Así me imaginé el show al volver a casa.

manolo garcía de mentiritas

Así fue el show en la realidad real.

manolo garcía verdadero

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lindo lindo tu post-dibujeado Mati, y te aviso que también quiero 'Para que no se duerman mis sentidos'...
Vos me metiste en esto, ahora no abandones el barco, ehhh!!!
Besitos...

Anónimo dijo...

Lo que decís en tu post es cierto Nene: Manolo es totalmente adictivo. Me está enfermando el corazón.