1.3.07

Arquero


Al Flaco Vivalda

Se había ido ya Agustín a otra habitación; me había quedado toda la cancha para mí solo. La ventana daba al perro de turno, a un descanso de escalera lleno de bártulos, al paredón verde del vecino, y, más atrás, a la calle; pero no me importaba el afuera más que para que entre luz. Mi pieza era un patio grande, que duplicaba su espacio real gracias a la pared más lejana.

Armaba listas de arqueros por club. Boca, River, Mandiyú, San Lorenzo, Deportivo Español, Platense, Vélez… En primera ronda el campeonato de arqueros se arelaba rápido, los arqueros se reducían a la mitad en una ronda. El sistema era simple: pateaba una pelotita de tenis contra la pared (4 metros) y el rebote (otros 4 metros) buscaba anotarse debajo del escritorio de fórmica empotrado en la pared opuesta. Pateaba, la pelota recorría 8 metros en menos de cinco segundos en los que pasaba de pateador único, Batistuta, a cada arquero de cada equipo del torneo clausura o apertura de aquellos años. De más está decir que los tiros más difíciles de atajar eran los que pateaba con los ojos cerrados: cuando abría los ojos la pelota ya estaba casi en el cuerpo, puro reflejo lo mío, arrojándome, kamikaze, contra la pared del costado, para evitar la hecatombe, el descrédito, el deshonor, la derrota. Mamá a veces dormía la siesta tras esa pared que me trastocaba en arquero. Nunca se quejó mucho, o sí lo hizo pero no con el suficiente ahínco como para que le creyera. Muchas veces ganaba el Mono Navarro Montoya, pero mi preferido era Vivalda, el de Ferro, no sé por qué, y ganaba muy seguido. El que tenía mala suerte, pobre, era Comizzo. A Batistuta con él le salían los tiros más fuertes, más esquinados, y extrañamente, además, el arquero, Comizzo, no era lo suficientemente rápido como para alcanzar las pelotas, medio como que se acalambraba, cedía la final, se daba por vencido antes de tirarse; era un muy mal arquero Comizzo la verdad.

Me cuentan que los torneos virtuales -que podían durar toda una tarde, especialmente los domingos, cuando no existía el cable y Caldiero relataba el Mundo Boca por Radio Mitre- eran relatados con soliloquios aflautados y constantes bastante molestos. Parrafadas como: le pegó Batistuta, Bati, Bati Bati, gol, gooooooool, goooooooool de Boooooooooooooooca, del Bati, qué golazo, Bati. O bien, le pega Medina Bello, el Menchoo… Viavaaaaaaaaaaalda, Vivaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaalda, qué arquerazo.

Cuando nadie se acordaba más de él, un día, el Flaco Vivalda se tiró abajo de un tren. Fue un día muy triste para mí. De esos días guardo una extraña simpatía por Ferro. Cada tanto en casa vuelvo a patear una pelotita pero ya no me tiro a atajar.