Al Flaco Vivalda
Se había ido ya Agustín a otra habitación; me había quedado toda la cancha para mí solo. La ventana daba al perro de turno, a un descanso de escalera lleno de bártulos, al paredón verde del vecino, y, más atrás, a la calle; pero no me importaba el afuera más que para que entre luz. Mi pieza era un patio grande, que duplicaba su espacio real gracias a la pared más lejana.
Armaba listas de arqueros por club. Boca, River, Mandiyú, San Lorenzo, Deportivo Español, Platense, Vélez… En primera ronda el campeonato de arqueros se arelaba rápido, los arqueros se reducían a la mitad en una ronda. El sistema era simple: pateaba una pelotita de tenis contra la pared (
Me cuentan que los torneos virtuales -que podían durar toda una tarde, especialmente los domingos, cuando no existía el cable y Caldiero relataba el Mundo Boca por Radio Mitre- eran relatados con soliloquios aflautados y constantes bastante molestos. Parrafadas como: le pegó Batistuta, Bati, Bati Bati, gol, gooooooool, goooooooool de Boooooooooooooooca, del Bati, qué golazo, Bati. O bien, le pega Medina Bello, el Menchoo… Viavaaaaaaaaaaalda, Vivaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaalda, qué arquerazo.
Cuando nadie se acordaba más de él, un día, el Flaco Vivalda se tiró abajo de un tren. Fue un día muy triste para mí. De esos días guardo una extraña simpatía por Ferro. Cada tanto en casa vuelvo a patear una pelotita pero ya no me tiro a atajar.
1 comentario:
Doy fé.
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