Mientras leía Borracho estaba, pero me acuerdo de Víctor Hugo Viscarra, terminado de imprimir en 2002, me autoconvencí de dos verdades, que acabo de confirmar. Estaba muerto y era un escritor de culto.
Hablábamos sobre cualquier cosa con Mariano el día que volvió de su periplo latinoamericano hace unos meses: no recuerdo por qué me lo prestó, al libro, señalado casi por el final por un pasaje La Paz/Oruro de la línea sindical transporte pullman Nobleza, sus páginas de papel barato ya aureoladas de mate.
Venía a cuento, me parece, que muchas veces se viaja mejor leyendo que haciendo turismo.
Este libro casi cronológico de textos cortos así lo confirmaría. Para conocer el 10 por ciento de la vida cotidiana de los bolivianos de a pie que se vivencia en la lectura de Estaba borracho… habría que pasarse al menos 6 meses de bohemia en el submundo paceño.
Viscarra vivió en La Paz y se pasó gran parte de su vida en la calle, suponemos que además escribiendo, dejando este legado, que se me antoja imprescindible.
Porque poco sabemos de la vida de los pueblos latinoamericanos en sus urbes contadas en primera persona. Las únicas lecturas de países latinoamericanos que se editan extramuros de cada país son las de las elites formadas y virtuosas, que no dudan en subrayar la mirada que desde el mundo se busca de sus países, cuyo mayor acierto fue la invención del género realismo mágico, con tan buenos exponentes, por cada país sudamericano. La realización de un mundo imposible que sólo puede darse en tierras que debieran ser mágicas, como cuentos para niños pero para grandes, dado en “el salvajismo” de sus habitantes, pero más que nada precisamente en la ignorancia del mundo sobre esos mismos pueblos.
Viscarra con el lenguaje seco de los hechos hilvana un mundo real, nada mágico, alejado de las hermosas fantasías de la pobreza: la gente se muere de frío, de a miles, cada noche. Ahí está la horizontalidad asesina del machismo, la violación como suceso cotidiano, la changa como excusa diaria para conseguirse el trago de la noche, la pederastia y el maltrato familiar.
Y después del trago, problema y solución de todos los pesares, a repechar las calles con cualquier excusa hasta que se ponga el sol para no quedarse dormidos presos del pedo en cualquier esquina del frío de La Paz.
En sus infinitos periplos nocturnos, Viscarra conoció a cada persona, cada rebusque, cada bar, basural, neuropsiquiátrico, cárcel, comisaría, cabaret y feria de la capital boliviana. Y recuerda cada cosa, a pesar de estar borracho, con memoria de prodigio: cada nombre y cada anécdota que se leen individualmente configuran un mapa acertado de lo que es (o o debe ser –o fue-) la vida metropolitana en los confines de La Paz.
Con simpática sordidez Viscarra narra los pesares más inquietantes desde una mirada, si se me permite, amena; desde la sabiduría de quien sabe que el mundo es este y no el ideal y que hay que vivir lo más alegre posible el tiempo que nos toque. Y claro, dan ganas de ir a echarse unos traguitos en su ronda mortal de bares.
Todos los textos de Víctor Hugo Viscarra: blog.
5 comentarios:
Gracias! Gracias por publicar esto. Yo también descubrí la maravilla de Viscarra volviendo en tren desde Oruro a Villazón, dejando con pesar ese país tan lleno de magia y sabiduría luego de haber vivido siete años en La Paz. Cada relato de Víctor Hugo es, para quienes hemos tenido el placer de conocer esa La Paz, un encuentro con alguna memoria. No todas gratas, muchas penosas, pero absolutamente reales. Este texto y sus otras publicaciones son una de las mejores formas de conocer la ciudad y su gente. Y transitar las calles reconociendo los lugares, encontrando los bares, divisando a las personas que son relatadas por Viscarra, es también mágico.
Lo vi en tu baño, y me lo anote para conseguirlo.
El libro del Diego esta en el mio, para deleite de quien sea que lo visite.
Un saludo Matias.
Zas! Salió post de Víctor Hugo Vizcarra, y flor de post!
Viste que valía la pena leerlo. Valió la pena ir hasta La Paz, cargarse una mochila pesadísima, bajar al mercado de libros, pedir consejo a la vieja librera y pagar los 12 Bs. Conseguir un pasaje en la flota Nobleza y viajar (leyendo, claro).
Victor Hugo fue un gran tipo.
El orden de "borracho estaba..." no es casual. Tiene demasiado que ver con la idiosincrasia paceña y sus usos y costumbres. Por favor, en nombre de Vizcarra, en el post no lo inviertas a "Estaba borracho..."
Gracias. Un paceño.
Ahí está arreglado, saludos.
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