10.10.08

ahora las manos se extienden no para pedir limosna, sino para saber si llueve

El periodista Pedro Ochoa, de quien ya hablé con motivo de un fascículo de Homero Manzi de la serie de ídolos populares de Clarín, se hace eco de la corriente Línea Fundadora Emo Peronista ‘Enrique Santos Discépolo’ y me manda por mail el artículo de Discepolín que coronara el tributo al arlequín de esa misma colección. Le comento a Pedro, que sí, que salió, en la contratapa, aunque no sé si editado. Pero que lo leí, lo leí. De todas maneras comparto con ustedes la generosidad de OchoaTango, una contribución más para seguir descubriendo al militante tras uno de los artistas más populares del Siglo XX, Cambalache, problemático y febril.

Mendigos
por Pedro Ochoa

esa elocuencia que las penas dan, Celedonio Flores, Pan

Como Homero Manzi, como Hugo del Carril; para Discépolo la vida y la política eran una misma cosa. Precisamente fue Manzi quien lo describió mejor que nadie a Discepolín, “te duele como propia la cicatriz ajena”, le dijo en el tango que junto con Aníbal Troilo dedicaron a su amigo Enrique.
Discépolo nació en 1901 y vivió y dejó testimonio de épocas difíciles, coronadas con la década del treinta, con sus elecciones anuladas, candidatos proscriptos y fraude electoral, desocupación y ollas populares, el pacto Roca-Runciman y su consecuencia el asesinato del senador Bordabehere en plena sesión del Congreso Nacional. Con el humor que la caracteriza, la prensa inglesa dijo del pacto Roca-Runciman que “por primera vez en los últimos setenta años los estadistas británicos han sido capaces de negociar con potencias extranjeras en un pie de igualdad”.
Cuando Discépolo escribía teatro o canciones no se mantenía ajeno a esta realidad e incluía mensajes políticos en letras como Cambalache o Qué vachaché; incluso letras más individualistas aceptan una lectura social, como Yira Yira, estrenado en septiembre de 1930, el mes de la revolución que derrocó a Yrigoyen. Viceversa, cuando hizo política lo hizo desde el punto de vista del arte. Tanto la política como el arte eran para Discépolo la celebración de la vida a través de la belleza.
Cuando hizo política, decíamos, en sus monólogos radiales del año cincuenta y uno, puso toda su sabiduría de actor y poeta: “se desató el arroyo de la dignidad recuperada y esa correntada se llevó a los mendigos, vos lo sabés; pero no se los llevó para ahogarlos, sino para bañarlos, y llegaron a la costa limpitos, peinados con raya al medio, cantando, no el huainito de la limosna, sino el chamamé de la buena digestión.”
A diferencia de Homero y de Hugo, Discépolo no tenía formación doctrinaria ni definición ideológica, pero ¡vaya si hizo política! No compuso sus monólogos con frialdad profesional; recordemos que no creó un personaje para sus charlas sino que, ya famosísimo, el narrador que declamaba por radio era el propio Discépolo. Transformando las ideas de los guionistas Abel Santa Cruz y Julio Porter hasta hacerlas suyas, Enrique Santos Discépolo, el autor de Esta noche me emborracho, increpaba directamente a cada uno de sus oyentes. Por eso su acción política era de una violencia que hoy sería inaceptable: “¿No me entendés? No me extraña, porque cuando vos no querés entender a vos los pensamientos te rebotan en la cabeza como el jején en el tubo de la lámpara (…) ¡Sé honrado! No me digás que ves mendigos; porque, si los ves, es que me la querés contar, y a mí, no me la vas a contar.” Y cuando, casi promediando el ciclo, empezó a llamar Mordisquito a su interlocutor, no tomó el nombre de su fantasía sino de la firma de una carta que, hasta donde sabemos, realmente le habían enviado. En sus charlas había recursos de elocuencia e histrionismo, sí; pero no ficción.
El objetivo y la justificación de la violencia de su discurso era celebrar la vida: “¿Y ahora los ves? Decime… ¿los ves? ¡Claro que no los ves! ¿Y eso no te conmueve? ¿O es que los extrañás? Porque si los extrañás, ¡estás frito! Ahora las manos se extienden no para pedir limosna, sino para saber si llueve, para ordeñar la vaca llena de leche o el racimo lleno de clarete reserva”. Y siempre haciendo política a través de la belleza: nunca se había visto ni se volvería a ver propaganda política de tanta calidad.
Hoy que los mendigos volvieron a desalojar a los novios de los umbrales y los vemos “famélicos y decepcionados, con la cabeza como un paquete de pelo y debajo del pelo la dignidad en derrota”, el mensaje de Discépolo sigue vigente.

No sé por qué se me ocurre que hoy Mordisquito bien podría ser Ernestito, ya que fue a Florencio Varela y conoció la pobreza y ahora nos la cuenta asombrado. Ay ay ay. Es lo que dice el ya recordado Nicolás Casullo, que catanpeisteo de catanpeist, “el país está viviendo una de las épocas de menor sabiduría, donde amplios sectores medios, sectores culturales, podríamos decir intelectuales, profesionales, viven en una de las épocas de menor sabiduría que yo conozco en mis sesenta años de vida.”

Ernesto Mordisquito, teléfono...

1 comentario:

Anyuletta dijo...

A rezar con Bergoglio!