Héctor es divorciado y sólo puede ver a sus dos hijitas, Laura y Natalia, los sábados desde la mañana hasta las 19 horas. Ese es el régimen de visitas que un juez de familia le otorgó por algunos malos tratos que tuvo con su ex mujer, Nancy. Él perjura nunca haberle levantado una mano. Dice que ella se salió con la suya, que quería una mensualidad alta, que no quería trabajar, que nunca lo hizo, que él favoreció su vagancia dándole todo, y que se la pasa todo el día con el culo en el sillón mirando a la Canosa. Nancy no sé qué dice sobre este tema. Sus hijas están contentas con Héctor. Es un buen padre. Es medio corto, sí, siempre fue medio corto, hasta es un milagro que alguna vez Nancy le haya visto algo interesante, pero es un buen tipo y le da todos los gustos a Laura y a Natalia y hasta que crezcan y lo vean realmente como es lo van a querer incondicionalmente, a pesar que Nancy se dirija a él como “el boludo de su padre”. Está enchapado a la antigua, usa un maletín imposible, negro, incómodo, con ese encastre de la década del setenta que semeja ser un dedo gordo de bronce. Se lo cuelga de un hombro, el derecho. Todas las mañanas se recorta sus bigotes negros. Está orgulloso de sus bigotes aunque no piense casi nunca en sus bigotes. Siempre quiso tener bigotes, cuando encane se los va a teñir. No se le ocurren muchos lugares adónde llevar a sus hijas los sábados; ellas siempre quieren ir a ver Casi Ángeles o Patito, las dos quieren ser de las divinas, odian a las populares, aunque les cae bien Patito, pero quieren que se haga divina y se deje de joder. No dicen joder adelante del padre, pero sí de Nancy. Nancy vive diciéndole a ellas que se dejen de joder, y que Héctor, su papá, “es un pelotudo” o “¿qué le vi al pelotudo de su padre?” Héctor ama a sus hijas; Nancy también. Pero Héctor todavía la quiere a Nancy, quizás porque no la ve todos los días y se le imagina igual a cuando se enamoró. Sigue enamorado. Héctor es contador público, tiene un estudio en Villa Ortúzar, no le gusta la música y es hincha de Huracán. No va a la cancha, mira los partidos en el bar con los muchachos. Todavía no resolvió quién tiene razón, si el campo o los Kirchner, pero quisiera que las discusiones se terminen. Le gusta el café amargo, lee Clarín (en realidad lo dobla y lo pasea bajo su sobaco; sólo otea los títulos deportivos) y sueña con conocer las Cataratas del Iguazú. Si logra ahorrar unos mangos y el juez se lo permite quizás se lleve este verano a Laura y a Natalia a Misiones y hasta les compre alguna chuchuería en la Triple Frontera. No es feliz pero no piensa en eso.
Este perfil lo fui haciendo día a día a partir de la foto que a modo de retrato falso adorna un estante inútil en una casa de venta de muebles en Corrientes casi esquina Gallo.
4 comentarios:
Muy buenooooo!!!! Esta frase, sin lugar a dudas se lleva todoslos premios:"Está enchapado a la antigua, usa un maletín imposible, negro, incómodo, con ese encastre de la década del setenta que semeja ser un dedo gordo de bronce".
Al final estaba esperando que se vaya a vacacionar a Carlos Paz, quizas dé mas cuando se arregle con Nancy.
Besotes.
Marie
y para cuándo el libro de relatos nataelianos?
yo lo compro.
Y bueno, dejando de lado si la historia es real o no, no creo que en estos casos nadie pueda opinar ni estar a favor fervientemente de uno o de otro, digo, todos los maltratadores juran y perjuran no haber levantado la mano a la mujer y les atribuyen lo mismo.
¿Nancy turra? pues a lo mejor si o a lo mejor es verdad que el tipo es un pelotudo.
Genial! Hoy paso a ver la foto por ahí.
Sólo un hombre con ese perfil puede comprar esas mesitas que intentan vender, está bien como estrategia de marketing.
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