Sus ojos, verdes, se cerraron
La muerte de Luca Prodan; los excesos de Rodrigo; los extraterrestres del Uritorco; el asma del joven Che Guevara: Córdoba pareciera ser la capital nacional de las leyendas urbanas. No es de extrañar entonces que Ada Falcón se haya ocultado en un convento cercano a Cosquín, uno de los mayores enigmas de la música popular vernácula. Como tampoco es raro que, la “Emperatriz del Tango” inmortalizada por sus ojos “verdes del color del mar”, fiel a su rebeldía, se haya ido a las sierras.
HADA. “Piba hermosa, enseñame a cantar”, cuenta Ada, que la piropeó Carlos Gardel mientras le besaba sus ojos. Enrique Discépolo dijo sobre ella: “Es tan divina, que hace mal mirarla”. Los hoyos en sus mejillas, su cabello y sus ojos verdes enamoraron a una generación allá por los ´30; entre ellos, Francisco Canaro, quien, según dicen, le dedicó el vals “Yo no sé qué me han hecho tus ojos”.
ADA. El 17 de agosto de 1905 nace en Buenos Aires Ada Elsa Aída Falcone. En 1925 publica la primera grabación de su prolífico legado junto a Osvaldo Fresedo -ya se la conocía como Ada Falcón-. El 24 de julio de 1929 graba con quien sería el hombre de su vida, Francisco Canaro. Hasta el ostracismo editarán más de 170 temas y vivirán una historia de amor (y odio) que Ada no redimirá hasta el 4 de enero de 2002, día de su muerte, en un convento de monjas franciscanas, sola y olvidada.
H. Para 1942, en la cúspide de su popularidad, Ada se oculta en Córdoba. Primero recaló junto a su madre en una casa humilde de Salsipuedes. Luego, en el hogar de ancianos que las hermanas de San Camilo atienden en el pueblo de Molinari. Purgando por un pecado misterioso ocultó sus ojos tras lentes oscuros y su pelo debajo de una red. Muchas son las conjeturas que se hacen sobre ella; pocas las respuestas. Muchos le adjudican su confinamiento a Canaro. Más mística que religiosa “la Falcón" se ocultó tras de sí, mas nunca volvió a cantar y, sí, sus ojos se cerraron, verdes.
30 de junio de 2003.
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