El otro día twittié la nota de Visión 7 sobre el antes y el después de Barbarita. Me contestaron algunos, otros no, por supuesto, que era un golpe bajo. Golpe bajo para mí es mostrar a Barbarita cuando no tenía futuro, cuando estábamos en una crisis sin salida, cuando le preguntaban a Barbarita que querés ser de grande, y entre lágrimas, sin comer, que Barbarita solloce: “Nada”. Eso es golpe bajo. Ponele necesario, periodístico, de interés, sensacionalista. Hoy da tristeza, emociona ese relato, pero también emociona que la joven Bárbara estudie, trabaje, tenga un kiosko y le regalen una netbook por objetivos educativos. Da tristeza esa Barbarita de 2001 pero da alegría, que también emociona, que también hace llorar, pero de felicidad, esta Bárbara grande, sana y esperanzada. Ah, ¡pero no es Magdalena Aicega!
Trabajé casi 10 años en la Federación Argentina de Municipios. Entré en plena crisis, estudiaba diseño gráfico y no había laburo en ningún lado. De casualidad, porque un amigo me dejó el puesto. Una de las primeras cosas que hice fue ir a cobrar la cuota societaria a Florencio Varela. Un pibe de clase media, de Lugano, porteño al fin, no conocía ni de conversaciones lo que era la vida en el segundo cordón. Me acuerdo que me tomé un bondi que tardó mil horas, dio cien vueltas. Que un “vendedor ambulante” vendía sus cassettes, sus propios cassettes. A mí me tocó uno de Sumo, a cambio de monedas. Y cuando me bajé del bondi, crucé la vía y avisé la municipalidad no podía entender el panorama de la plaza principal. La gente hacía cola para revisar la basura. A ver si nos entendemos. El cesto de la plaza de Florencio Varela, escueto de desperdicios, era revisado disciplinadamente como quien hace la cola para el Pago Fácil. Decir que me shockeó es poco, de hecho todavía me acuerdo nítido atravesando ese espacio público con un cassette nuevo de Sumo en la mochila y un nudo en el estómago.
No es que esa plaza, esa realidad, ese 2001, sea punto de comparación, es el resultante de una serie de medidas temerarias que explotaron junto a un modelo inviable. La comparación con esa plaza es tendenciosa, lo sé. Como la Barbarita que vimos todos, la misma tendenciosidad. Pero hubo una serie de gobiernos que ocultaron bajo la alfombra políticas económicas falsas que determinaron esa plaza. Obvio que hoy está muchísimo mejor Florencio Varela que en 2001. La plaza de 2011, aún con pobreza, está situada en un país que no va a explotar por medidas económicas inviables; esta sociedad, esta ciudad, esta plaza, mejora paulatinamente, y Julio Pereyra arrasa en las elecciones.
Discutir la pobreza estructural a todo o nada no tiene sentido. Obvio que si comparás Florencio Varela con Tandil está como el orto. Por una serie de variables que nadie plantea. Es un distrito pobre y la coparticipación federal es una vergüenza. Lo interesante es ver cómo mejoró, no si hoy es Ámsterdam. O plantear una nueva ley de coparticipación federal y municipal más honesta e igualitaria. Ponele a cambio de dos mandatos por intendente. Guita a cambio de poder. Dale, lo pensamos todos. Ahora Santa Fe, Córdoba, el Buenos Aires rural, a ponerse. Nadie quiere esto, vieron. Por eso no se habla del tema. Ah, pero qué barbaridad los barones del conurbano.
El porteño mira Santiago del Estero desde la necesidad que sea Salta Capital. El santiagueño se mira las manos, mira su ciudad y la compara con sus manos y su ciudad hace 10 años, 20. El sanjuanino juzga la gestión de Gioja desde su monumental progreso inédito en menos de 8 años. No la juzga desde la potabilidad del agua. Por eso Gioja saca el 70 por ciento y Pino el 0.9. Discutamos ecología girándole recursos a una provincia pobre, no desde Greenpace. El centro-centrismo inviable del supuesto progresista citadino es una abstracción hilarante.
Cuando esucuchás a Roberto Brandán, uno de los intendentes que pude conocer en mi paso por la FAM, un tipo agradable, dedicado, honesto, inteligente, entendés por qué sacó el 93 por ciento en su intendencia. No es que logró hacer de Villa Atamisqui el Epcot Center santiagueño. Logró mejorarle la vida a los atasmiqueños a niveles que los atamisqueños no imaginaron ni en sus mejores expectativas. ¡Pero qué estúpidos!
Todos queremos el mundo igualitario, justo, libre y soberano. La diferencia es que hay personas que ponen los ladrillos de a uno y otros que quieren ver un castillo sin moverse de su casa. Yo tampoco lo hago, digo, no tengo la suerte de ser un hombre de acción, revolucionario y genial. Lo que me permito es ser realista en los análisis del porqué el mundo ideal sigue siendo imposible y atender los progresos escalonados, que por otro lado es lo que la gente espera.
No, yo no me río de los que perdieron, no, yo no festejo con los santiagueños pobres desde el cinismo. Yo trato de entender el voto popular. Cuando arrasó Macri y cuando arrasó Cristina. Sin subestimar a nadie.
Así como no me dan asco los porteños tampoco me dan pena los santiagueños. Ni me río de la pobreza ni me cago en los gorilas. Cada uno vota desde su lugar, a partir de sus necesidades satisfechas desde siempre o en vías de satisfacción recién ahora.
Cada distrito vota y cuenta una historia electoral local.
5 comentarios:
mi problema con ese documental de Barbarita es otro. Porque hace poco lei, ya no recuerdo donde, una entrevista que le hicieron a la flia. y hablaban de otra cosa. Sí, la vida de ellos había cambiado en muchos sentidos para mejor. Pero al mismo tiempo sufrieron cierta discriminación de su comunidad porque ellos recibian "más ayuda" por salir en tv. O cosa por el estilo.
Matías: leo tu párrafo final y no puedo estar más de acuerdo. de hecho, el otro día lo comenté así en una charla entre amigos. no sé, es bueno verse reflejada muchas veces en los escritos de otro, en sus relfexiones. me gustó mucho.
saludos
Impecable, Matías. 100% de acuerdo, hace rato que vengo pensando y opinando lo mismo.
100% matías. Te cuento mis viejos viven en un lugar ni pobre ni rico, modesto, mi viejo que es jubilado pero solidario siempre compraba siempre demás para quien le tocara la puerta. Hoy pasaron 10 años de aquella época, y me dice los que pasan hoy están vendiendo algo, no pidiendo, ahora la comida se la doy a los pichichos del barrio. El que no quiera entender esto es que no entiende su propia vida.
la unica verdad es la realidad.yo tambien me cague de hambre en los 90 pero hoy gracias a dios ya no,cuando digo me cague de hambre es que no nos alcanzaba la comida para todos y lo unico que habia era llantos y peleas familiares hoy por suerte eso cambio.
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