29.6.11

Tengo una amiga política

Por Luis Majul

Tengo una amiga política y me siento raro. Es la primera vez en la vida que me pasa.
Nunca me había enfrentado ante semejante situación.
¿Qué debería hacer, como periodista que se siente libre, frente a cada hecho o circunstancia en los que ella se encuentre involucrada?
Nos vimos por primera vez hace catorce años. Por entonces, ella era la novia del hermano de la futura primera esposa de mi mejor amigo. Estudiaba Ciencias Políticas y tenía una energía interminable. Nos volvimos a encontrar en 1998, cuando me hice íntimo amigo de su marido, uno de los periodistas más serios y honestos que conozco. Desde esa época, ella no es solo mi amiga. Es, especialmente, amiga de "China", mi mujer. Y es también madrina de mi hija Victoria. Mi amiga dudó mucho, antes de meterse en política.
Cuando me pidió un consejo, solo me atreví a sugerir:
- Cuidate: la política en la Argentina es bastante parecida al infierno.
Con algo parecido al infierno se encontró apenas ingresó en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires: peleas sangrientas por miserables espacios de poder; acuerdos espúreos para nombrar ñoquis; medios y periodistas corrompibles y un internismo enfermizo y nocivo para trabajar normalmente.
-A veces tengo ganas de mandar todo a la mierda
- me dijo un día cuando los dinosaurios de su partido le habían ganado una batalla importante.
Mi amiga carga con dos mochilas muy pesadas. Una es que pertenece a Compromiso para el Cambio, el partido que lidera el demonizado Mauricio Macri. La otra es que desde hace diez años anda en una silla de ruedas, como consecuencia de un accidente automovilístico del que ella se llevó la peor parte.
Ser "macrista" no es fácil.
Macri tiene entre sus filas a dirigentes derechosos y antidiluvianos como Jorge Enriquez, quien oye la palabra aborto o travesti y acusa a quien la pronuncia de degenerado y
desviado y enfermo.
Macri nunca será votado por alguien que se sienta "progresista"y de izquierda.
Pero mi amiga no es de derecha.
Su ideología está marcada por el desaparecido demócrata cristiano Carlos Auyero. Y a veces está marcada, además, por el sentido común.
De hecho, bien podría estar trabajando con Elisa Carrió o con el kirchnerismo. Es más: en los últimos meses, dirigentes de Lilita y del Presidente la invitaron a pasarse a sus filas. Ella, con sus buenos modales de siempre, declinó ambas ofertas: fue delicada, pero a la vez muy firme.
Tan firme como su actitud ante la vida, desde que supo que no iba a caminar más.
Supermujer
Nunca la vi llorar o lamentarse.
Nunca la vi usar su silla de ruedas para dar lástima o para conseguir más votos.
A veces parece demasiado rígida: una especie de supermujer que lo puede casi todo.
Un tarde, mientras iba en el auto, la escuché decirle a Chiche Gelblum que esa capa de superchica le había servido para sobrevivir, pero que también le había impedido asumir su profundo dolor. Mi amiga explicó que a su hijo Lautaro le había pasado lo mismo, hasta que un día explotó y pudo llorar y sentir y lamentarse y comprender.
Se que algunos se conmovieron después de escucharla. Yo, además, me alegré.
- ¡¡¡Es humana!!!-
se me escapó, y tuve que dejar de manejar por un momento.
Hace pocas horas mi amiga, Gabriela Michetti, interpeló a Aníbal Ibarra, y lo consideró el principal responsable político de la masacre de Cromañón. Se que los medios y la mayoría de la gente consideraron su intervención muy acertada y muy sentida. Se también que los familiares de las víctimas la valoran y la sienten sincera.
Debo aclarar, a esta altura, que yo no pienso, en todo, como Gabriela. Pero que la quiero, más allá de las diferencias.
Me siento libre de criticar a Macri o a Ibarra, a Kirchner o a Elisa Carrió, a Menem o a Cristina, a Duhalde o a López Murphy, a Patricia Bulrich o a Rodríguez Saa.
Pero con ella me siento raro.
Gabriela está creciendo muy rápido y eso me da vértigo. Hasta ahora, lo está haciendo con honestidad. Sin traicionar las ideas en las que cree.
¿Qué va a pasar cuando su nivel de exposición pública me coloque en situación de opinar a favor o en contra de sus acciones? ¿Qué debería hacer: dejar de considerarla mi amiga y no atenderle el teléfono? ¿Seguir siendo su amigo pero no entrevistarla más? ¿Interrogarla con distancia y profesionalismo, como lo hago con cualquier otro?
Tengo una amiga política y me siento cada día más raro: ojalá que el tiempo me de algo de sabiduría para resolver la cuestión.

Domingo, enero 30, 2005

1 comentario:

Rodolfo dijo...

"Dime con quien andas y te dire quien eres" Luisma (a diferencia de Luismi) le canta boleros a su amiga. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que la silla de ruedas de Micheti (o como se escriba) tiene las dos ruedas derechas. Que se maquille de progresista para la gilada no hace que su corazoncito deje de estar ubicado a la diestra.Con razón Luisma se identifica tanto con el "Pro": Partido de los Patrones, Ricos y Oligarcas. Interesante la apología de Micheti echa por Majul. Gracias Matias por recordarnos el trabajo de un "periodista Libre".