Cuando Adolfo Bioy Casares cumplió 80 años sucedió una de las mejores anécdotas. Gelblung quería hacerle una entrevista en su departamento de la calle Posadas, en vivo. Luego tenía que volver al programa.
Como sabía que frecuentaba al genial Bioy, el encargo resultó sencillo. Sólo había un problema: volver al estudio durante el programa. Para eso, también Jack tuvo que hacer su parte. El asunto fue así. El programa arrancaba desde la casa de Bioy y la primera media hora transcurriría desde allí. Luego al canal. Jack cronometró ese mismo día cuánto tiempo tardaría en llegar al canal, situado a pocas cuadras, en taxi o el mismo auto de Chiche. Los tiempos no daban ni sumando dos cortes publicitarios. Hasta que apareció la genialidad y tuvimos que contratar una ambulancia privada para llevar a Chiche hasta el canal. Con la sirena al máximo, el viaje se redujo a la mitad de lo que pensábamos. Bioy Casares se reía de esas ocurrencias mientras lo miraba a Chiche desde la pantalla de su televisor.
Como sabía que frecuentaba al genial Bioy, el encargo resultó sencillo. Sólo había un problema: volver al estudio durante el programa. Para eso, también Jack tuvo que hacer su parte. El asunto fue así. El programa arrancaba desde la casa de Bioy y la primera media hora transcurriría desde allí. Luego al canal. Jack cronometró ese mismo día cuánto tiempo tardaría en llegar al canal, situado a pocas cuadras, en taxi o el mismo auto de Chiche. Los tiempos no daban ni sumando dos cortes publicitarios. Hasta que apareció la genialidad y tuvimos que contratar una ambulancia privada para llevar a Chiche hasta el canal. Con la sirena al máximo, el viaje se redujo a la mitad de lo que pensábamos. Bioy Casares se reía de esas ocurrencias mientras lo miraba a Chiche desde la pantalla de su televisor.
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