todavía hay mucha gente que está viva

Se sumó el viernes un nuevo movimiento social al conjunto de agrupaciones no gubernamentales que buscan cohesionar voluntades para defender una idea o resguardarse de las mayorías bulliciosas. Y es, a su forma, revolucionario.

Hablamos, claro está, del movimiento “678 Vive”.

Es revolucionario en tanto nuevo fenómeno. Porque no sé si alguna vez un programa de televisión pudo convocar desde la nada un acto político, sin organización, ni convocatoria.

678 es un programa periodístico político moderno y es curioso como desde el canal del Estado se esté trabajando más y mejor que en los privados para diseñar modernidad comunicativa. En el futuro los programas políticos deberán ser como 678 o no serán nada.

Y claro, si hablamos de revoluciones no podemos dejar de lado el análisis de Facebook como herramienta novedosa y horizontal de interrelaciones e información. Un dispositivo virtual que trasunta real, que moviliza los culos desde delante de una pantalla hasta Plaza de Mayo.

Es la contracara del relato de Cristina, lo real y lo virtual; el país virtual que busca abrirse paso en la realidad, mostrarse.

Facebook es la clase media. Salvo dos o tres troskos de la comunicación 2.0, o de un desprevenido, todo el mundo que terminó el colegio secundario ya está ahí adentro. Facebook es una microred dentro de la red, de gente real, que busca encontrar pares. Facebook permite a miles de individuos minoritarios encontrar un espacio de intereses comunes, sea cuál sea la búsqueda, espacio que contiene, protege y acumula.

Multiplicar es la tarea.

Los grupos en Facebook no son otra cosa que eso, espacios de intereses comunes entre personas que no se conocen y que por alguna razón confluyen una o dos veces por día.

Facebook, clase media y 678 generaron un hecho político inusual e incomprensible aún. Un programa que habla cosas que nadie habla convoca a sumarse a Facebook subrayando la importancia de la comunicación horizontal frente a la corporación mediática que invisibiliza pareceres, y estos hombres y mujeres que respondieron a la convocatoria se ceban porque sí sobre un tema en particular y pergeñan juntarse en Plaza de Mayo sin orador, lema claro, ni expectativas, para mirarse la caras, discutir política, cantar consignas y volverse a sus casas sintiendo que ese viernes fue un gran viernes.

El grupo de Facebook de 678 tiene 70.000 fans y más o menos 15.000, uno de cada 7 como mínimo, se tomaron un bondi, un subte, caminaron, se subieron al auto, para generar un hecho político que no esperaban y que es silenciado por su misma imprevisibilidad.

Porque los editores de los diarios saben cómo contar un acto oficial en Ferro, vaya la cantidad de gente que vaya, si son 300.000 o 40, esos tipos no son personas, no son clase media, no tienen voluntad ni idea de por qué van, lo hacen por el aparato. Pero, ¿cómo contar un acto de 15.000 personas autoconvocadas de clase media que pueden ante una cámara prendida hilvanar un relato con mejor sintaxis que Bonelli o Klipphan? No hay manera de hacer visible una anomalía, que es muy peligrosa para los grupos de poder, porque puede hacer repensar a muchos independientes sobre lo lindo que es la movilización por la positiva, o "si todos esos tipos están tan convencidos por algo debe ser, capaz que tengo que ir yo también a ver qué onda".

Es muy interesante que tras años y años de un interés manifiesto por trasuntarle a las clases medias la anitpolítica o el son todos lo mismo, un grupo, militante y numeroso, de ciudadanos piensen, vivan, reflexionen y trasmitan la importancia de las posiciones políticas para construir un país más justo e igualitario.

¿De dónde salió que un canal estatal use una plataforma del imperio para convocar miles de tipos felices que todavía creen en mirarse a los ojos, que todavía tienen en mente cambiar algo?

678 se merece el premio Clarín.