Gilda. Apología de la mujer muerta«La esperanza o la fe sólo surgen en la oscuridad o en la desesperación»
—John Berger—
Vino al mundo otra mesías, nacida en la tierra santa de Villa Devoto, con el nombre de Miriam Alejandra Bianchi, bautizada GILDA en honor a una película protagonizada por Rita Hayworth, el 11 de octubre de 1961, consagrada por esta desesperación que invoca a gritos todos los milagros, en un mundo sin héroes que necesita con urgencia reinventar todos los mitos, todos los dioses y todas las magias, ya.
Había en el principio una chica llena de fantasías, en muchos casos incapaz de diferenciar los sueños de la realidad (característica suficiente para la santidad), un padre enfermo y un baúl con ropa vieja para que la nenita jugara a la cantante. No mucho más que eso. Había una mudanza a Lugano y una tristeza donde el ensueño conjugaba al dolor y una sonrisa difícil de olvidar. Y una adolescente con problemas de anorexia (obsesionada por la composición de los alimentos hasta el fin de sus días). Y había una maestra jardinera que tocaba temas en la guitarra (uno de ellos lo llegó a interpretar Flavia Palmiero cuando todavía Macri no estaba en la vida de la conductora de «La ola verde» y nuestra inocencia nos llevaba a creer que sólo noviaba con el Señor Televisor); sí, había una chica que componía canciones y una chica y una guitarra han sido, son y serán siempre una combinación peligrosa. Había eso y no mucho más. Y era suficiente.
GENEALOGÍA Y LOS CONVOCADOS
I) Era prima segunda del motonauta Daniel Scioli, duro y frío como una heladera (y otras sustancias que no vienen al caso). Su familia abominaba el género tropical, razón suficiente como para valorar aún más su abdicación.
II) La renuncia del Mesías:
Hubo un convocado. Fue Palito Ortega. El chico de origen humilde que llegó de la provincia, vendió café para sobrevivir y llegó a la fama (dios y Gilda no permitan que a presidente, una historia que a Hollywood le encantaría). Pero perdió su gran oportunidad, fue casi el Judas de esta historia, cometió un grave error: no murió. Tuvo hijos famosos. Se dejó tentar por la política (la única y auténtica voz de todos los demonios). Corrompió su alma. Otra vez será.
LA EDAD DE SATURNO
Los 28 años marcan un importante tránsito astrológico: el primer retorno de Saturno. Es una etapa de decisiones que marcarán el resto de nuestra vida, el instante en que una puerta con nuestro pasado se cierra para siempre. Es el momento en que una mujer llamada Miriam, con dos hijos y un matrimonio en ruinas se juega por un sueño con el color de un imposible. Responde a la convocatoria de Toti Giménez (su descubridor y posterior compañero). Todo cambia de pronto, porque bien sabemos que todo comienzo es otra forma de morir. Toti abandona a Ricky Maravilla en su mejor momento para seguir a Gilda (lo bien que hizo). Miriam ha muerto para siempre. Comienza la leyenda.
«Antes de su muerte no la conocía nadie» -declaró la pródiga en carne (no así en verbo) Lía Crucet. No es así, la música de Gilda se impuso con la violencia de la autenticidad, a base de buenas canciones. «Porque tengo el corazón valiente prefiero amarte y después perderte» cantó. Ya en esa época había gente que le acercaba a sus niños para que los bendijera. Se impuso con su sonrisa serena y belleza reposada, mientras los representantes buscaban mujeres sobrealimentadas. Por ejemplo aquellos estupendos versos «negrito cuando yo bailo, si bailo de noche y día, a todos los vuelvo locos con mi pollera amarilla» en los abultados labios de la bomba tucumana despertaban la pulsión del instinto, la sexualidad animal, incluso la violencia (cosas como apagar cigarrillos en la piel ¿No?). En cambio, en la voz dulce de Gilda, sólo despiertan algo de pícara simpatía, de complicidad familiar o, en el vocabulario de las perversiones, la cara más blasfema del deseo: profanar la pureza.
ASTROBABY Y EL SER NACIONAL
I) Recordemos que nació bajo el signo de Libra, el signo de Lennon y Gandhi, caracterizado por el amor a la belleza y el arte por sobre todas las cosas, el signo de hoyuelos de sonrisas inolvidables y la duda eterna de la balanza que no logra reposo. El signo que necesita desesperadamente, como ningún otro, completarse en el otro, ser en el otro y con el otro. La profusión de planetas en Escorpio explica su vida post mortem, su vida después de la vida, su vuelta de las cenizas, ese magnetismo absoluto. Hay una característica más del signo: llámase empatía a la capacidad de captar instintivamente lo que los demás esperan de uno. ¿Querían una santa? Allí la tienen.
«Padre, si es tu voluntad que yo beba de esta copa...» dice un Jesús atribulado y abandonado poco antes de la crucifixión.
II) Hay nombres que se instalan con violencia en el inconsciente colectivo. María Soledad, por ejemplo. Cuando Catamarca le ganó de mano a David Lynch y la fiesta del poder no era en Roma precisamente. Esa nenita con ganas de ser alguien, re-zarpada de merca en una disco, ultramansillada, devuelta a casa en una bolsa de plástico. Surge entonces una pregunta que conlleva en sí misma la obviedad de su respuesta: ¿hubiera tenido tanto éxito la pseudofolklorista Soledad si se hubiera llamado, por ejemplo, Marta? Claro que no. Nadie se llena de plata por revolear un poncho con cara de alpargata. Definitivamente, el nombre nos marca. MARADONA, por ejemplo. Con ese apellido al arco no podía ir. Tenemos la santa que nos merecemos.
LA ABDICACIÓN
Había una chica de clase media de Devoto, admiradora de Tina Turner y Vox Dei y no mucho más que eso. Una chica de clase media que baja de la montaña para dedicarse a la música mal vista, la música de los negros, la grasada, la música popular, la música que no tiene cabida en los grandes medios, el tacho de basura de los intelectuales, la diversión, el baile ritual, la entrada sin discriminación vip, de los que no van a Ghandi, los que no se visten a la moda del neofascismo rocker, los ilegales que aún resisten en sus reductos la globalización cavallista flúo rave. Había una chica que disfrutaba la bailanta junto a su público y no mucho más que eso. Y era suficiente.
CONSTITUCION. UNA POSTAL.
Una voz se escucha en el territorio más salvaje de la ciudad, donde todas las tribus confluyen y el sueño de la mañana iguala los ojos de los pasajeros y el olor a jabón y las mochilas y las carteras y los tacos y las historias mueven hacia el pan de cada día y entre putas y policías y vendedores callejeros y aglomeramientos una voz dulce parece sugerir «si creyeras, si tan sólo creyeras» afirmando que nadie puede nunca arrepentirse de ningún amor.
EL MITO
Un mito es como una llamarada. Una vez que el fuego ha prendido al aire sólo logrará avivarlo. Todo empieza cuando una niña afirma que su madre suicida se curó escuchando a Gilda (quien esto escribe se curó escuchando a Lou Reed pero eso no importa, esta no es una revista popular, es un medio enfermo para personas con obsesiones, intelectualiza pasiones y al hacerlo las degrada, tan sólo palabras, basura de cuarto orden, chicos con problemas). Luego llegó otra mujer y le imploró «Gilda, cúrame», y luego otra. Jesucristo decía «Ve en paz, tu fe te ha curado». Claras eran las palabras del maestro. Era la fe. Esto nos lleva a pensar que la existencia o no de dios ha sido, es y será un problema menor: si dios no existiera, nuestra fe, nuestra necesidad, nuestro horror y nuestra desesperación lo hubieran creado.
I) LA ACTITUD.
«Sheena es una rockera punk» cantaban los Ramones. ¿Fue Gilda una rockera punk? Probablemente sí, probablemente no. Fue fiel al axioma punk «vive rápido y deja un cadáver bonito» (sabemos que los mitos no envejecen) pero su actitud, decididamente, no era rocker. Jamás le confiaríamos nuestra sobrinita a Sid Vicius. Pero lo haríamos sin dudar con Gilda. Está bien que Iggy Pop nos diga «FUCK OFF». Pero cuando Gilda nos canta «Fuiste»... guau, eso duele.
II) Su sueño era dignificar la música popular, ser la abanderada
de ese movimiento. Vaya si lo logró. ¿Tuvo que morir para hacerlo? Con toda la razón del mundo hubiera despreciado esta nota, hubiera execrado de esta mirada pseudoantropológica sobre la música popular porque cualquier mirada antroposociocientífica o literaria es ante todas las cosas un prejuicio, un preconcepto, un acto despreciable.
(Ya que viene al caso digamos que las preguntas «para qué creó dios el universo» o «para qué se escribe» admiten tres respuestas posibles:
Para glorificarse.
Para conocerse a sí mismo.
Para nada.
En fin, no venía al caso).
LLOVÍA
Llovía la tarde del 7 de septiembre de 1996 en el Km 129 de la ruta nacional 12 (también conocida como la ruta de la muerte). Al otro día apenas unos pocos diarios publicaron la noticia de que en un accidente habían muerto una cantante llamada Gilda y sus bailanteros al colisionar contra un camión. En el accidente también murió su madre y su hija Mariel. Hay un dato que no debemos pasar por alto. Gilda murió a los 34 años (la edad del sol, la edad mística, la edad de los profetas), dos números que suman siete, en un choque ocurrido a las siete de la tarde en el que murieron siete personas. Siete son los colores primarios. Siete los días de la semana. Siete los mares. Siete los dones del espíritu santo. Siete las notas musicales. Siete es el número rector de Neptuno, planeta de la renuncia, el misticismo absoluto, lo nebuloso, las emociones, las reclusiones, la santidad.
LLUEVE (EPÍLOGO)
Es un miércoles de primavera. Son las 17 horas. Llovizna. Bajo del subte línea B en la estación Lacroze. Entro al cementerio de la Chacarita con paso decidido. Inevitablemente noto que he elegido el camino correcto. Me acerco a un hombre de mediana edad que arregla el césped alrededor de una bóveda, y le pregunto por el pabellón 24.
—¿Gilda? —me dice sonriendo casi con alegría.
—Sí— respondo sintiéndome descubierto.
—Es ahí nomás, subiendo esa escalera ¿ves? —indica con la satisfacción propia de quien siente que está haciendo una obra de bien.
Subo los peldaños grises y cada paso me permite divisar con más amplitud la llovizna sobre la necrópolis. Nichos, largos pasillos en penumbras, deshabitación... Me detengo donde veo a cuatro o cinco personas rezando, me acerco y en silencio me uno a la plegaria... No ocurren demasiados milagros, sólo se corta la luz en el gigantesco pabellón.
Dos chicas se acercan. Un enterrador se ofrece de guía turístico.
—Esta es Gilda —dice tocando el nicho 3635.—Esta es la mamá —-dice tocando el nicho contiguo— y ésta es la hija —tocando el nicho de abajo.— Si necesitan algo me avisan.
Pasan algunos minutos y las personas se van retirando, luego de acariciar el mármol o la foto de Gilda. Sólo permanece una chica morocha con una camperita azul y un pantalón gris, con los ojos cerrados, en una actitud de religiosidad conmovedora. Quisiera preguntarle qué está pidiendo pero definitivamente no puedo hacerlo, aunque llevo mi grabador encima. Se estira hasta acariciar la foto de Gilda y se va caminando despacio, igual de ensimismada. Entonces, solo frente al mito, permanezco rezando. Al salir, veo a la chica de la camperita azul bordeando el cementerio caminando muy despacito bajo la llovizna. Pronto será de noche, cruzo la avenida y creo que volveré aquí justamente por eso, porque pronto será de noche, a clamar por todos los milagros, porque anochece y no puedo arrepentirme de este amor.
(Nota publicada en Vestite y Andate número diez)
25.1.10
gilda
Internet es una cosa que todo el tiempo se está engrosando, podés buscar algo un día y no tener ningún resultado y volver a buscarlo 3 años después y encontrarlo. Esto es así. Lo primero que hice cuando apareció internet fue comprar 12 cassettes con temas inéditos de Silvio Rodríguez, cualquiera. Usar un tecnología incipiente para acceder al ocaso de la anterior. Otro día busqué como un condenado la canción de Wendy Moten, Come in out of the rain. A lo que iba, hubo una revista que desapareció de los registros del mundo, Vestite y Andate; al parecer, nadie se tomó el trabajo de hacer nada con esa maravillosa publicación todavía. Hay una marca de ropa que se llama así, está incluso la página personal del diseñador de la revista, pero no la revista, es decir, ese cajón o nave o lluvia que llamamos así, como hoy... pero ahora estaba buscando un texto que leí cuando joven sobre Gilda escrito por un tal Javier Galarza, y ese sí estaba, en su blog personal, así que copio y pego, me visto y ando, like läzaro.
Publicado por
caca
en
11:35
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wendy moten
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6 comentarios:
Qué buen texto. Un hallazgo el de usted Emo.
Saludos
justo ayer, de la nada?, pensaba en gilda
y en tener algo de su música...
lo q contás al ppio d internet :)
años buscando, cada tanto, un disco del grupo sol. nunca nada. tampoco en la diquería donde te grababan lo q quisieras. hasta q algún día alguno se colgó/copó y lo subió. y m lo bajé
sacrilegio: meto a rodrigo
tremendo el tema de Moten, no lo conocía, gran joya desempolvastre ahí, tirate más si tenés
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