18.10.07

prado

Primer acto. Agustín se compra Raro de Benjamín Prado, lo leo una vez de corrido, otra vez de sentado, otra vez subrayando, otra vez de soslayo, salgo a la calle, llego a una librería, lo veo de oferta, me los compro todos, los regalo todos, inclusive el original, que no era mío, pero era como si lo fuera, cago, me compro otra tirada de 6 o 7 más en oferta en otra librería, los regalo a todos de vuelta, no sé a quién, me vuelvo a quedar sin ejemplares, cago de vuelta, me compro un paquete de parisienes para probar, fumo dos pitadas, tiro el paquete en el costadito de un cenicero de pie de un cine 2 x 1 de Lavalle al 700, no consigo más Raros nunca más. Me compro un paquete de Camel a 1,40. Era 1998 o 1999.

Segundo acto. Voy por librerías mainstrims -como Jenny- pidiendo (exigiendo) cosas de Benjamín Prado, sólo tienen un ejemplar de Alguien se acerca en la sucursal de Plaza Miserere y un ejemplar de El corazón azul del alumbrado en el depósito. Me imagino el depósito todo sucio, descuidado y con ratas. Pido contento, canchero, “dame El corazón azul del empedrado.” “Del alumbrado”, me corrige. “Sí”, le confiero, mucho menos canchero. Menos contento, también, me puse, cuando me da el libro y es de poemas. Raro es una novelita corta (toda novelita es corta, sino sería una novela). Lo compro y me voy a Plaza Miserere de caliente, rápido, como si hubiese otro tipo que estuviera jugando una competencia contra mí para ganarme de mano en la compra de Alguien se acerca. Pienso en lo estúpido de mi accionar pero no puedo evitar seguir yendo apurado al Once. Lo compro. Casi seguro nunca nadie más se acercó para pedirlo. Pienso que la tristeza alcanza una forma expresable en la idea de una pantalla de monitor de librería lleno de títulos de un autor que uno desea leer acompañado de ceros en la columna de cantidad de ejemplares. Después pienso que la tristeza es que te coja un tío, aunque quizás eso tampoco es tristeza.

Primer acto y medio. Me compro junto con Raro otro que se llama Nunca le des la mano a un pistolero zurdo. Me compro sólo uno y no se lo regalo a nadie. No es un gran libro. Creo haber dejado en claro que Raro lo es. Los poemas van como con manteca y pimienta: Pero íbamos a hablar de la melancolía. Cuando la claridad suelta viejos leones dorados en la mente, viejos leones tibios que cruzan con sigilo el corazón azul del alumbrado, dice uno.

Segundo acto seguido y tres cuartos. Tengo banda ancha, creo que soy feliz, descubro que Bejamín hace una columna semanal en El País de España, el diario, pero los contenidos de la puta edición impresa son exclusivos para suscriptores. Cago. Me como un sanguche. Maldigo a los padres de la patria, incluido Mariano Moreno. Me olvido de Benjamín Prado. Nunca más consigo Raro, nadie le edita un puto libro en la Argentina y tuvo otro golazo editorial cuando publica otro libro con nombre de chiste cordobés Jamás saldré vivo de este mundo, que hasta parece fontanarrosiano.

Último acto. Vuelvo a probar tras la negación del prado acceder a contenidos de El País y con grata sorpresa descubro que puedo acceder, que accedo, que publica los jueves y como un uppercut a la barriga me manda este inicio de crónica: No hay mayor distancia que cerrar los ojos, porque hacerlo manda todo lo que no quiere verse a otro mundo, fuera de los límites de lo que llamamos realidad.

1 comentario:

nolugareña dijo...

A mi tambien me HICISTE leer Raro.

Fontanarrosarino.

Que tio te violó? A mi me violó el Tiovaldo.