“[Kay Galiffi] se quedó 38 años allá [Brasil], tuvo una hija y nosotros le perdimos el rastro –cuenta Litto–. Es más, no sabíamos si vivía en Río, en San Pablo... no teníamos la menor idea. Hasta que [el biógrafo] Antonelli, en su onda de investigar, dio con un fanático de Los Gatos brasilero.”
–¿Brasilero...? Notable. ¿Era un fan de la primera hora?
–El tipo nos había visto tocando con Los Mutantes en Brasil, en 1968. Tiene fotos y todo. Pasa que se mailea con Antonelli, y el tipo le dice que había visto a Galiffi caminando por la calle. Una locura. Entonces lo cruza otra vez, le pide el celular y así nos conectamos. Nos envalentonamos, le mandamos las partituras –incluso la de los dos discos en los que estuvo Pappo– y se dio. Pidió una licencia en el conservatorio de música de Río de Janeiro –donde trabaja– y se vino. Sin haber arreglado nada con nadie, comenzamos a joder por las tardes y sacamos un repertorio.
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