El famoso Congo Belga

Bélgica, en 1830, se independiza de los Países Bajos; para fin de siglo ya se había convertido en una de las naciones más desarrolladas del mundo. Su fortaleza estaba en la industria y la opinión pública era fuertemente anticolonialista. Pero todo cambiaría cuando un tal Louis Philippe Marie Victor llegó por Bruselas a nacer en 1835. Treinta años más tarde se erigirá como rey, se nombrará Leopoldo II y colonizará de lo lindo; “civilizar África”, eufemismará. Estados Unidos fue el primer país que reconoció los derechos de Bélgica por sobre el Congo en 1884. Al año siguiente el Estado Libre del Congo se implantará y Leopoldo asumirá como rey soberano.

Como sucede en estos casos, los colonizadores llevaron a cabo un sistemático saqueo de los recursos naturales. Por ser Congo, cazaron elefantes por el marfil y, trabajo esclavo mediante, obtuvieron caucho, un bien muy bien valuado en esos tiempos. En la práctica, el Estado Libre funcionó como un gigantesco campo de concentración y la Iglesia católica apoyó el régimen.

Las cifras más prudentes estiman la cantidad de congoleños muertos en 10 millones; los historiadores menos benévolos afirman que Leopoldo sembró viruela y exterminó 30 millones de personas para principios del 1900.

30.000.000 son los habitantes de Buenos Aires, más San Pablo, más México DF.