El otro día dormitando –que es cuando se me acomodan las ideas- recordé la barbaridad de una editorial del diario L
La editorial en cuestión, Manotazos, de nombre, hace un lúcido análisis sobre la anulación de la concesión ferroviaria y aventura el porqué del mal servicio: parece ser que el trasporte funciona mal, no por negligencia ni por falta de recursos ni por corrupción entre privados ni nada por el estilo, sino por los robos sistemáticos de cables de cobre, como los que también guían los cambios del tren.
Hasta ahí, todo bien, uno soporta leer cualquier cosa, pero en la cabeza me quedó dando vueltas esta frase que quiero compartir:
¡Es fantástico! Se chorean tanto cobre que ya lo estamos exportando; estamos exportando un material que no tenemos porque lo choreamos. Es genial, ¿o no?
La editorial finaliza así: se han robado, serruchándolas a la vista y paciencia de los peatones, hasta las colas de los caballos de las fuentes del monumento a los Dos Congresos de Buenos Aires, así como chapas de bronce de profesionales y botoneras de los porteros eléctricos.