16.8.11

Solano López (y yo)


Alguna vez Clarín hizo una colección de las mejores 20 novelas de la Argentina (¿o eran 50?). Si no me equivoco la coordinaba Juan Sasturain. La vigésima entrega (o la quincuagésima), la última, bah, fue El Eternauta. Esa colección elevó a la historieta argentina y al producto emblema de Oesterheld/Solano López a literatura. Fue la primera vez que leí las aventuras de Juan Salvo y sus amigos, y me la devoré en una noche. Nada es lo mismo después de leer El Eternauta por primera vez, yo no sé por qué.


II. Creo que fue una actividad de la materia Televisión que en TEA junto a grupo de gente querida le hicimos una larga y linda e inolvidable entrevista audiovisual a Francisco Solano López en su casa de Almagro. A pasitos del Tren Sarmiento. Nunca volví a ver el informe pero había quedado muy bien, según recuerdo. Toda gente talentosa, mis compañeros. Pero más recuerdo las conversaciones antes y después de la entrevista. El plano más personal de la charla. La historia detrás de cada objeto que elegía mostrar en ese dos ambientes no tan luminoso. La historieta porno que continuaba mediante un comic el video Crazy de Aerosmith, cuando la Silverstone y la Tyler se metían con el rubio al agua. Un genio. ¡Cómo se tiroteó a mis compañeras fue inaudito! Finalmente su estudio, contiguo, donde estaba pasando a tinta unos dibujos que serían parte de la saga El Eternauta, El Regreso, pensada a dos cerebros con su hijo. Acercarse a los bocetos a medio terminar de parte de su legado es un momento que no te podés olvidar más.


3. Tiempo después me mudé a Almagro. Cuando salió la Fierro, la nueva etapa, me desperté el sábado y me dirigí al kiosko de diarios. Serían las 11.30 de la mañana y sólo quedaba una. Miré para atrás. Un viejito me dijo “vengo por lo mismo”. El canillita me preguntó: “¿sabés quién es?”. Dije que “claro” y mirándolo a Solano López “llévesala, que es la última” y ante la negativa: “usted hizo más méritos que yo”. Me costó mucho conseguir esa semana el número 1 de la Fierro.


Cuatro. Lo veía seguido caminando por la calle, le hablaba seguido pero nunca se acordaba de mí, vivíamos a 3 cuadras. Un día le recordé la entrevista de TEA y sólo se acordaba de las compañeras que había tiroteado. Para ese entonces ya sabía que era pariente lejano del Solano López que llenó de orgullo las páginas industrialistas del continente. “¿Así que es pariente del ex presidente paraguayo?”, le pregunté una vez. Y me quedé escuchando la historia de La Guerra de la Triple Alianza –que ya sabía, pero aprendí atento- y sobre una idea de hacer una novela gráfica, que no sé en qué habrá quedado.


V. Cada vez que pasaba desde Billinghurst hasta Sánchez de Bustamante por Sarmiento a paso cansino pensaba “voy a pedirle un autógrafo”. La última vez que lo vi por suerte me decidí y le dije a Gonina que me espere. Subí corriendo al segundo piso y busqué el primer libro que me topé suyo: Rescate, Las Historietas Perdidas de Solano López, de editorial Domus, y un marcador indeleble. Cuando bajé todavía iba por la panadería de mitad de cuadra. Me acerqué con Goni agitado y se asustó muchísimo, supongo que por miedo a un desfalco. Le pedí que me firmara el libro, lo miró y la miró a Gonina. “Si me da un beso ella te lo firmo.” La entregué al maestro a cambio de su autógrafo. ¡No me culpen! ¿Qué otra cosa podía hacer? Nunca se acordó de mí pero de cruzármelo en otra vida a paso cansino por un barrio celestial seguramente recordará el beso que le dio a Goni, en la mejilla derecha.

1 comentario:

luis dijo...

Me hiciste lagrimear. Gracias por la historia.