10.6.10

comunidad de hermanos

Marcelino Champagnat es el padre fundador de la congregación de hermanos maristas, hoy santo, aunque siempre será beato en nuestros corazones. No recuerdo a cuento de qué ni por qué, además de una historieta que ayer vi, es decir, que atesoro, a alguien se le ocurrió hacerle una comedia musical.

De a poco, para que se entienda.

Los hermanos maristas que llegaron al Río de la Plata son el filtro hispano, de España, de una congregación supongo que mundial, o casi. Los hermanos maristas son curas de bajo escalafón.

Pero todo eso no importa acá, porque no iba a hablar ahora de esa congregación sino de Marcelino Champagnat, que era un cura, no hermano marista, es decir que escindió, dividió y reinó. El tipo cumplió con la burocracia de los 3 milagros exigidos para canonizarse, y ahora es santo. Chupala.

Pero mientras vivió, que es lo que importa, fundó una red de escuelas allí donde el Estado dejó un espacio vacio. Hizo política. Y la hizo bien hecha, cortó la roca, y demás, cosas que sólo entendemos 9 tipos, pero las hizo.

Bueno, ahí vamos, a alguien se le ocurrió encargarle a un grupo de jóvenes escribir una comedia musical sobre Marcelino Champagnat, un curita piola, que le pedia subsidios en medio de la Revolución Francesa a los Julios De Vidos de la época para crear una comunidad de hermanos. Y la verdad es que le salió bien, es una buena obra la que hizo Marcelino.

Hoy, un bloguer K,
rentado, la recuerda.

Una de mis canciones preferidas de esa serie, Comunidad de Hermanos, es esta, salvando los golpes bajos, o Dios.

Educar para amar
Sin saber qué estábamos haciendo,
sin saber cómo, por qué ni cuándo,
sin saber que estaba amaneciendo,
sin saber que todo iba cambiando,
sin saberlo estábamos naciendo.

Sin medir cuán dura era la carga,
sin medir en dónde estaba el riesgo,
sin medir el peso en nuestra espalda,
sin medir esfuerzos y sin miedos,
comenzamos una gran batalla.

Sin pensar quién era el adversario,
caminamos un difícil tiempo,
sorprendimos una nueva historia,
descubrimos que éramos maestros,
perseguidos, sin ninguna gloria.

Un buen día fuimos los hermanos
que llegaban a todos los pueblos,
y sin más que nuestras propias manos,
con los niños colgados del cuello,
educamos casi sin saberlo.

Educar es aprender a amarnos,
comprender los signos de los tiempos,
ser testigos vivos de la historia,
ser de Dios el mejor instrumento
y esperar, confiados, la victoria.

2 comentarios:

nolugareña dijo...

Y eso que falta todo el recitado entre estrofa y estrofa.

Igual, no puedo creer que le hayas pifiado tanto, pero tanto: era SOCIEDAD de hermanos!

Anónimo dijo...

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Hey vecinos!

Entiendo la parabola, pero aflojen con los hmnos maristas que parece un blog cristiano jaja.

Que va a decir Bergoglio?

Un abrazo desde Lugano, HP.

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