«Cab Cunningham tenía cincuenta años y un ciruelo cuando descubrió la maldad», acabo de escuchar de la boca de Juan Gelman, esas imágenes definitivas que sólo aparecen con los buenos poetas.
Hace tiempo pienso en empezar a fraccionar en clave de posts determinadas anécdotas de una etapa extraña y fundamental de mi vida que quiero revisar. Que tienen que ver con algo que se llama acción católica pero que nunca llamé así hasta ahora. La llamé de otras miles de formas, pero nunca acción católica.
Serán, si las hago al final, sacadas de contexto, historias; anécdotas de lo que puede ser también una militancia. La noble constancia del seguimiento de un liderazgo es un aprendizaje cristiano. La verticalidad del movimientismo es una cosa profundamente católica. Los caudillos, los líderes carismáticos.
Diré a favor que todos y cada uno de mis momentos (5 años) en todas las etapas, casi de formación de cuadros, con todos sus escalones, fueron buenos momentos.
Es la historia de la aparición de la maldad y las formas de no sucumbir a sus encantos.
2 comentarios:
la militancia que nos hizo amigos.
Pfff... Alguien, alguna vez, lo tenía que hacer.
Si lo querés contar con pelos y señales, va a ser una tarea titánica.
Creo que incluso podríamos escanear algunas fotos...
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