Yo 10 años atrás: 1997:
Supe de la existencia de un especie de tigre de bengala llamativo que podía comunicarse con sus pares mediante gruñidos muy agudos. Como ustedes ya saben, soy fanático de los tigres, las bengalas y los gruñidos, por lo que me embarqué hacia Nepal en un viaje inolvidable: 200 días como polizonte de la embarcación “El niño envuelto”. Allí conocí un noruego asexuado, Boris, con quien compartimos largas veladas mirando las constelaciones y bebiendo licor de anís 8 hermanos. Me pesqué una rara versión de la culebrilla que no llegaba a apretar del todo los miembros. También velé en una ceremonia, íntima y emotiva en partes iguales, a Boris, víctima de una especie de fiebre cuyo color no pude entrever respecto a mi acentuado daltonismo.
Yo 5 años atrás: 2002:
Este fue sin dudas un gran año. Embalado con los procesos electorales de centroizquierda de la región tomé contacto con Ingrid Betancur en la amazonia colombiana. Después de horas de plática y disentimiento logramos intercambiar tres prisioneros suecos por dos bolsas de merca de alta calidad. Igrid y yo conversamos abiertamente sobre nuestras capacidades, jugamos un Quién es quién fabricado en el istmo centroamericano donde todos eran pelados, tenían anteojos y barba candado. Me enseñó a cantar Hasta Siempre Comandante en francés. Luego me salió el salvoconducto diplomático de la embajada de Suriname en el estado libre de Cali. Me metí de prepo con un Torino gris topo contra el portón (en Colombia se llama portín, simpático): me hicieron pagar los destrozos y como no tenía dinero troqué a Ingrid por dos rejas que pinté con un antioxidante verde militar. Quedaron muy lindas. Ingrid está bien.
Yo 3 años atrás: 2004:
Este año no fue gran cosa. Recuerdo un paseo en marzo en Ferry muy emocionante en el estado de Minessotta, cerca de la frontera de Ottawa, Canadá, junto a Melissa Gilbert, un loro barranquero, la señora Miss Daisy, que fue conducida hasta allí por un negro harto simpático que contaba chistes verdes que sonrojaron a la sexagenaria y que, recuerdo, comía sin parar algo con forma de porotos. A mitad de camino en un río cuyo nombre no recuerdo una especie de residuo industrial flotante dio en el casco del vehículo que nos transportaba. Usamos unos botes de emergencia. La señora Miss Daisy sacó fotos con su celular a patos nativos blancos y de cuello largo durante todo el trayecto alternativo. El negro que la conducía, recordó su paso por una penitenciaria en el condado de Austin (muy poco emocionante, se recibió de abogado allí y conoció a Dios) y luego, ante nuestra desidia, se dedico a pintar óleos abstractos. Yo aproveche la oportunidad para tirotear a Melissa Gilbert, quien fuera el gran amor de mi infancia; con esas trenzas atadas con libido, esa sonrisa puro-diente-torcido. Me rechazó con elegancia pero accedió a jugar un Who is who arábigo donde todos los personajes tenían turbantes y se llamaban Alí.
Ayer y Hoy:
No dormí, así que puedo unir ambos días. Me tomé el 132 y me senté mirando hacia atrás junto a un señor que me reconoció. Dijo ser un viejo amigo de mi abuelo Oscar, que hicieron juntos la colimba en un destacadero de
1 comentario:
Es la primera vez que te creo el 100% de todo lo que contás.
No se si da exponerte tanto, que se yo, viste como es la internet.
Beso!
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