31.8.07

el juego del corvino

planisferio

Yo 10 años atrás: 1997:
Supe de la existencia de un especie de tigre de bengala llamativo que podía comunicarse con sus pares mediante gruñidos muy agudos. Como ustedes ya saben, soy fanático de los tigres, las bengalas y los gruñidos, por lo que me embarqué hacia Nepal en un viaje inolvidable: 200 días como polizonte de la embarcación “El niño envuelto”. Allí conocí un noruego asexuado, Boris, con quien compartimos largas veladas mirando las constelaciones y bebiendo licor de anís 8 hermanos. Me pesqué una rara versión de la culebrilla que no llegaba a apretar del todo los miembros. También velé en una ceremonia, íntima y emotiva en partes iguales, a Boris, víctima de una especie de fiebre cuyo color no pude entrever respecto a mi acentuado daltonismo.


Yo 5 años atrás: 2002:
Este fue sin dudas un gran año. Embalado con los procesos electorales de centroizquierda de la región tomé contacto con Ingrid Betancur en la amazonia colombiana. Después de horas de plática y disentimiento logramos intercambiar tres prisioneros suecos por dos bolsas de merca de alta calidad. Igrid y yo conversamos abiertamente sobre nuestras capacidades, jugamos un Quién es quién fabricado en el istmo centroamericano donde todos eran pelados, tenían anteojos y barba candado. Me enseñó a cantar Hasta Siempre Comandante en francés. Luego me salió el salvoconducto diplomático de la embajada de Suriname en el estado libre de Cali. Me metí de prepo con un Torino gris topo contra el portón (en Colombia se llama portín, simpático): me hicieron pagar los destrozos y como no tenía dinero troqué a Ingrid por dos rejas que pinté con un antioxidante verde militar. Quedaron muy lindas. Ingrid está bien.

Yo 3 años atrás: 2004:
Este año no fue gran cosa. Recuerdo un paseo en marzo en Ferry muy emocionante en el estado de Minessotta, cerca de la frontera de Ottawa, Canadá, junto a Melissa Gilbert, un loro barranquero, la señora Miss Daisy, que fue conducida hasta allí por un negro harto simpático que contaba chistes verdes que sonrojaron a la sexagenaria y que, recuerdo, comía sin parar algo con forma de porotos. A mitad de camino en un río cuyo nombre no recuerdo una especie de residuo industrial flotante dio en el casco del vehículo que nos transportaba. Usamos unos botes de emergencia. La señora Miss Daisy sacó fotos con su celular a patos nativos blancos y de cuello largo durante todo el trayecto alternativo. El negro que la conducía, recordó su paso por una penitenciaria en el condado de Austin (muy poco emocionante, se recibió de abogado allí y conoció a Dios) y luego, ante nuestra desidia, se dedico a pintar óleos abstractos. Yo aproveche la oportunidad para tirotear a
Melissa Gilbert, quien fuera el gran amor de mi infancia; con esas trenzas atadas con libido, esa sonrisa puro-diente-torcido. Me rechazó con elegancia pero accedió a jugar un Who is who arábigo donde todos los personajes tenían turbantes y se llamaban Alí.

Ayer y Hoy:
No dormí, así que puedo unir ambos días. Me tomé el 132 y me senté mirando hacia atrás junto a un señor que me reconoció. Dijo ser un viejo amigo de mi abuelo Oscar, que hicieron juntos la colimba en un destacadero de la Marina en General Hacha y que me vio de chico en una cena que mi abuelo celebró en 1983 con motivo de la vuelta de la democracia. Recordó que tomaron vermú, que comieron unos cucuruchos de mantecol bañados en chocolate de la confitería
La Reina, y que se fue temprano porque quería ver Piel Naranja en el viejo Canal 11. Yo no lo reconocí pero celebré su memoria, ya que en ese momento tenía sólo 4 años. Me dijo que aún conservo la misma forma de poner el labio superior sobre el inferior desde aquella lejana infancia, con la misma gracia que lo hiciera en aquel patio de Mataderos. Celebre su ocurrencia convidándole lo que me quedaba de un turrón Namur (sin confesar que había comprado 8 por 1 peso y que me quedaban 6 para la cena. Por ese motivo no dormí. Jugué conmigo mismo un Quién es quién autóctono muy étnico y estereotipado, como debe ser el Quién es quién. Perdí tres partidos seguidos y me hice un té verde, pero no lo tomé.

1 comentario:

nolugareña dijo...

Es la primera vez que te creo el 100% de todo lo que contás.

No se si da exponerte tanto, que se yo, viste como es la internet.

Beso!