Fue en verano (y en la heladería) que Página/12 había editado un disco –uno de los primeros que publicó- de Galeano y Gelman. Yo no lo compré por esos días, pero me gustaba Galeano. A todos nos gustaba Galeano cuando adolescentes. Después quizás también, no viene al caso, al caso viene que siempre de adolescente si se tiene alguna inquietud se lee Mafalda, Las venas abiertas de Latinoamérica, una biografía del Che y alguna cosita progre más a elección. Lo vi por primera vez en casa ajena al disco: azul y negro, con dibujos de Rep. Un día me lo prestaron; salteaba a ese viejo sin gracia: impúber, pensaba, a quién le podía gustar eso, qué dice, de qué habla. Como venían mechaditos como matambre, un poema y un poema, siempre lo escuchaba cerca del grabador y ponía >> cuando empezaba a respirar el señor. Un día me lo compré. Otro, me cansé de Galeano -y su interpretación- y le di una oportunidad al viejo. Qué es un poco como Spinetta, cuando te entra, ya está. Te entró. Gelman, por aquí, pase.
Obviamente al principio recalé en los tracks más obvios: hay que aprender a resistir, ni a irse ni a quedarse, a resistir; aunque es seguro que más habrá penas y olvido. Pero después le fui dando opciones a los raros, e ingresé en el gran cielo de la poesía, mejor dicho en la tierra o mundo de la poesía, que incluye cielos, astros, dioses, mortales. Y, de nuevo, ruiseñores, y ese poema de poemas, que te hace caer caminos para que los pies de la poesía caminen y ahí estaban como en una foto vieja Vallejo y Girondo y Rimbaud y Keats y Whitman y el Ruiseñor a hombros del Che, que venía de Galeano. Y nos caga a pedos en el medio. Nunca nadie me había cagado a pedos desde un poema. Y ahí empieza con esa cantinela de martí yendo y viniendo por el aire con los muertos queridos que vio volar como una rosa blanca ¿no ves a mis compañeros volar por el aire ochenta años después? ¿estás despierto para que sigamos diciendo no? ¿los muertos se ponen pálidos como magdalena cuando amasaba sus panes con más lágrimas que harina? ¿hasta que venga el día? ¿día en que toda américa latina subirá lentamente? ¿amorosamente? ¿navegando como hacen mis planetas del sur?
Y ahí se me hizo un liíto: empecé a ver animalitos que pasaban por el cielo y bueyes que tiraban del sol. Y ahí nomás a buscar un espejo para mirarse e intentar encontrar en los ojos propios las respuestas de la belleza que emociona. Y ahí nomás, de vuelta, Gelman, que reconoce que no sabe nada, ni sé en qué día nací, conozco la fecha pero no el día en que nací. Y claro, estamos en problemas.
Después todo es volver. Y empezar a saltearlo a Galeano que tras Gelman empieza a ser torpe y manifiesto: obvio. No es su culpa, ¿qué se hace frente al mayor poeta vivo? Nada. Debería haber dicho que no Galeano. Aunque si dijo que sí para que los yo conozcan a Gelman está justificado. Esa voz monótona llena de colores, única para sus poemas, sus puntuaciones impuntuales, sus diminutivos imposibles, sus verbos sustantivos, los tiempos bien conjugados con anacronías; él reinventando el castellano. La madre madrecía cada noche. Pacen en su temblor. Y su mundo urbano y metafísico. Tierno. Absurdo. Con mucho dolor. Alguien a quien castigan puertas, ruidos, teléfonos, y, andá a saber por qué, toda la parentela de la muerte. Sus compañeros que lanzan sueños sin método contra la vida chiquita. Eso no quiere decir que el azúcar zodiacal endulza caballos del sur. ¿Y quién afirma que Panamá es Panamá y no tu pelo (…)?
Usa como muletilla frasesitas que no se las vi a nadie. Dice Es decir o Mejor dicho como para cerrar una idea y en realidad expande. Y yo intento hacer lo mismo, pero no me sale. O sea crepitarás entre lotos de Hangchaw bajo septiembre como cuando encontré la justicia en el mundo y era como tu rostro, mejor dicho: te amo.
Y aprehendiendo cómo es que dice sus poemas, ya todo se dice como él lo diría, entonces se toma un libro y se intenta leerlo con un ritmo propio, diciendo como uno, pero no se puede. Y se dice como él lo diría. Entonces leer se trasmuta en un decir de él, mudo o voceado. No es mucho el lapso entre repasar los poemas y leerlos voz alta imitándolo. El lapso es abrir el libro en donde salga y empezar.
Un hombre deseaba violentamente a una mujer, a unas cuantas personas no les parecía bien, un hombre deseaba locamente volar, a unas cuantas personas les parecía mal, un hombre deseaba ardientemente la Revolución y contra la opinión de la gendarmería trepó sobre muros secos de lo debido, abrió el pecho y sacándose los alrededores de su corazón, agitaba violentamente a una mujer, volaba locamente por el techo del mundo y los pueblos ardían, las banderas.
Sus obsesiones son siempre las mismas: ramitas, pájaros, compañeros, amores, niños, árboles, sueños, vuelos. Escribe siempre el mismo poema y mira al universo que alumbra el umbral de su casa.